Siempre la observo o me busca ella con su mirada ciclópea refulgente. Desde mis primeros años, La Farola, como a muchos malagueños, me ha conmovido y su representación va más allá del propio servicio de señal marítima de la edificación portuaria, llevándome a navegar por narraciones de aventuras en búsqueda de otros mares y de encuentros enfrentados.

Testigo de invasiones, terremotos, alzamientos y combates entre la sinrazón, este icono de la ciudad cumple mañana 202 años iluminando el deambular vital de la urbe; sin embargo, lamentablemente, aún continúa expectante sobre su futuro devenir.

La noticia de la presentación a la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y al Ministerio de Cultura por parte de dos profesores de la Universidad de Málaga y un empresario de un expediente para declarar La Farola de Málaga Bien de Interés Cultural (BIC), ante esta conmemoración, me ha alegrado al tiempo que sorprendido puesto que este símbolo de nuestra historia hace años que es merecedor de esta figura de protección de máximo rango del Patrimonio Histórico Español.

Los argumentos son sólidos y contundentes: este faro de la evocación está desde el 2010 con nivel de protección arquitectónica I en el catálogo de edificios protegidos del PGOU; la documentación presentada a ambos organismos detalla, entre otras conclusiones, «que el deterioro interior del inmueble hace evidente la insuficiencia de la protección urbanística existente». Por todo ello, es vital esta declaración BIC para impedir que en tiempos venideros su función pudiera verse en peligro de desaparición junto a uno de nuestros valiosos signos de identidad. Alcemos la voz y exijamos la proclamación de BIC para La Farola; ella y nuestro patrimonio cultural lo anhelan.