Una actuación estrella que se puso en la palestra durante la campaña electoral para la nueva legislatura municipal fue el soterramiento del tráfico rodado en el eje litoral a su paso por el centro de la ciudad; una de las vías a soterrar sería el Paseo de los Curas, actuación que «permitiría unir el puerto en altura con el andén sur del Parque, lo que supondría aumentar al doble la superficie verde». Cabe preguntarse si esa proyectada unión supondría en realidad la extensión del Parque hacia el Palmeral de las sorpresas o, por el contrario, sería más bien el Parque el que se contaminaría de las esencias de la explanada portuaria. Dado que lo que se propone es la construcción de un falso túnel y la excavación de una zanja para el tráfico, lo único que podría surgir de ahí sería una losa de hormigón armado sobre la que sería imposible realizar plantaciones de una mínima entidad; pero, además, condenaría al exterminio a la formidable bóveda verde formada por los plátanos de sombra que en la actualidad flanquean la calzada. Parece un beneficio muy magro para una inversión tan jugosa, una pérdida notable antes que una ganancia; podemos adivinar las infografías que vendrán en las que se deslicen ciclistas sobre un pavimento multicolor esquivando carísimas piezas de mobiliario urbano pero lo que hoy necesitamos son grandes árboles. Y no dispuestos de cualquier forma sino cerrando un dosel protector sobre el espacio del peatón; dense un paseo por la flamante Alameda Principal a primera hora de la tarde y entenderán lo que les digo. La arboleda del Paseo de los Curas no debe considerarse un obstáculo sino un valor excepcional que posee esta ciudad; cualquier intervención que se proyecte en este lugar debería tener como prioridad absoluta su conservación y su disfrute por los ciudadanos.
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