No se cansan los medios de hablar de las supuestas o reales injerencias de la Rusia de Putin en las elecciones europeas, pero ¿qué hay de los descarados intentos, estos sí, bien reales, de Donald Trump de dividir a los europeos?

Con un amigo como Trump, ¿quién necesita enemigos?, hay que preguntarse a propósito de un político que no sólo no respeta, sino que incluso intenta humillar continuamente a los gobiernos de unos países supuestamente aliados.

Fiel a su despótico estilo, el republicano entró en el Reino Unido como un elefante en una cacharrería, no sólo inmiscuyéndose en la indescifrable política de ese país, sino insultando a quienes allí se habían quejado de su visita.

El alcalde musulmán de Londres «es un perdedor total que debería concentrarse en la ola de criminalidad de la ciudad y no en mí», tuiteó Trump ya antes de llegar, en respuesta a las críticas de aquél a su presencia en suelo británico.

Ya sabemos que al republicano le gusta sobre todo dividir a la gente en 'ganadores' y 'perdedores', y que sólo le merecen respeto los primeros mientras que a los demás los desprecia y, si puede, pisotea.

Los aliados europeos sólo le sirven de comparsas y sobre todo de clientes de la poderosa industria armamentista estadounidense a quienes no duda en presionar e incluso amenazar con dejarlos solos frente a una Rusia a la que los halcones de su equipo no han dejado un momento de presentar como amenaza.

A Trump le interesa tanto como a Putin una Europa dividida, y para ello no siente el mínimo escrúpulo en apoyar públicamente el brexit y a los políticos, tan mentirosos como él, que defienden la salida británica con o sin acuerdo de la UE.

Por desgracia, la Unión Europea no se encuentra en su mejor momento, con una Alemania amenazada de parálisis, una Italia con un gobierno de coalición que peligra, una Francia socialmente dividida y los nacional-populismos, que tanto gustan a Trump, avanzando en todas partes.

A río revuelto, ganancia de pescadores: no ha vacilado Trump un momento en apoyar a gobiernos autocráticos como los de Polonia y Hungría como forma de debilitar a una Unión que en ningún caso desea como rival comercial y sí sometida a sus intereses económicos y militares.

Que la visita de Trump al Reino Unido se produzca con motivo del 75 aniversario del desembarco de Normandía en la Segunda Guerra Mundial, en la que tantos millones de jóvenes de ambos lados del Atlántico dieron su vida por salvar al mundo del fascismo, no deja de ser un sarcasmo.