Unicaja ha cerrado su temporada cayendo en Valencia. Después de ilusionarnos con un primer partido fuera de casa, el equipo de Casimiro nos dejó un mal sabor de boca en Málaga y peor en Valencia.

En la Fuente de San Luis, en el último cuarto, hubo un intento, una posibilidad, un reflejo de ilusión. Pero no. Nada. No pudo ser. Esa noche de martes a dos pantallas: La Fonteta y el Carlos Belmonte.

El Unicaja, que se jugaba estar en semifinales contra el Madrid, por un lado; el Málaga preparándose para el terreno proceloso de los playoff de ascenso a Primera.

Se nos acaba la temporada. El baloncesto se ha terminado hasta el mes de octubre en el Martín Carpena. Al fútbol le quedan, si Dios quiere -ojalá-, tres semanas.

Los esquizofrénicos del deporte malagueño nos encontramos este martes, como otras tantas veces, con el corazón y la razón partidos por tener que compartir, a la misma hora y en distinto sitio, el futuro de nuestros equipos.

Esto de quedarnos ahora sin deporte nos deja el malagueñismo por los suelos. No tenemos de qué quejarnos, sólo de fichajes para uno u otro. Lo malo es que nos ilusionen, que haya fichajes para el baloncesto o el fútbol que encima nos gusten. Tres meses hablando bien de los equipos. Eso no está bien visto, hombre. Que esto es Málaga.

Ayer se cumplió, además, la máxima: pierde Unicaja y gana el Málaga. O viceversa. Un clásico de nuestro deporte.