Esta temporada hemos entrenado a varios chicos a los que tenemos mucho que agradecer. Ellos se incorporaron al grupo en pretemporada, más como una invitación a participar de los entrenamientos que con el ánimo de que se quedaran en el equipo. Eran jugadores muy jóvenes, que pertenecían a la cantera del club. Muchos de ellos formaban parte, incluso, del equipo júnior. Y es que consideramos que la cantera siempre debe tener presencia en el primer equipo del club. Así funcionamos desde el primer año que nos hicimos cargo del equipo senior en esta etapa de tres temporadas.

En esas seis semanas de pretemporada, evalúas que no faltaron a ninguna sesión, que se ganaron el respeto de entrenadores y compañeros y que ellos mismos se sintieron parte del equipo, haciéndose un hueco en el status del grupo. Llega el momento de continuar el trabajo compaginándolo con los estudios y, en el caso de los júnior, con el equipo al que realmente pertenecen. Decidimos que continuaran con nosotros pero ambas partes debíamos tener claro que en el momento que fallasen en los estudios dejarían de entrenar con nosotros. Para ello, confeccionamos un horario semanal en el que participaban de nuestros entrenos y de los del equipo júnior, sin doblar jamás entrenamientos.

Fue sorprendente su responsabilidad para cumplir con su parte del trato. En la fase de ascenso, por ejemplo, en la que teníamos que pasar varios días fuera de casa en época de exámenes, no había que estar pendientes de ellos para que bajaran a la sala a estudiar. Ni siquiera se retrasaban. Cada día les veías allí concentrados en sus libros a pesar de que sus compañeros mayores estaban en las habitaciones compartiendo ratos de juegos o tertulias de baloncesto.

Cuando el partido ya estaba más o menos decidido y ellos sabían que podía llegar su momento de entrar en la cancha, era increíble mirar al banquillo y buscar sus caras pendientes de mí por si les hacía un gesto para que pidieran el cambio y pudieran entrar en el partido. También fue increíble el desparpajo con el que jugaron esos ratos en los que participaron en los partidos y cómo todos sus compañeros los buscaban para que hicieran alguna canasta.

En diversas partes de la temporada las lesiones y enfermedades nos han mermado con avaricia. En esas fases la participación de estos chicos ha sido vital porque gracias a ellos hemos podido entrenar. Cuando los hemos necesitado allí han estado siempre para ayudarnos, aun sabiendo que el sábado si algún compañero se recuperaba no podrían vestirse con el equipo siquiera.

Ese respeto que se ganaron en pretemporada fue aumentando durante el año por esa implicación, por ese compromiso y porque no dejaron de aprobar. Para sus compañeros ya no eran los júnior del equipo, eran unos compañeros de vestuario más.

Ellos siempre nos han agradecido la oportunidad de participar en el equipo y vivir la experiencia. También por enseñarles, según ellos, a jugar a baloncesto. De lo que no son conscientes es de que nosotros tenemos mucho más que agradecerles a ellos. Y no solo por todo lo que os he contado. Ellos nos han mostrado que si no tienes físico porque eres muy joven, puedes competir contra otros más grandes y fuertes si eres valiente. Nos han enseñado que debes ser tan humilde cuando entrenas con los mayores que cuando entrenas o juegas con el equipo júnior, que también es tu equipo. Pero lo más importante es que ellos han sido la ilusión de este equipo y nos han llenado de esa ilusión cada minuto que hemos compartido en la cancha.

Por todo esto quiero dar las gracias a Tiago, Álvaro, Miguel y Alejandro. Gracias por aportarnos tanto y por ayudarnos más. Ha sido un privilegio conoceros y me siento muy orgulloso de haber sido vuestro entrenador. Seguro que el baloncesto nos juntará en alguna cacha muy pronto y podré mostraros en persona el cariño y respeto que siento por vosotros.

Pero no puedo acabar sin acordarme de las familias de los cuatro chicos. A ellos debo agradecer que aceptaran el reto que les planteamos al iniciar esta temporada, su confianza ciega en nosotros como entrenadores y formadores. Y también felicitarles por el excelente trabajo que están haciendo en la educación de sus hijos. ¡Enhorabuena por ello!