La horca parece un truculento medio de transporte para viajar al más allá. Estremece, eso es lo que quiero decir. En los pueblos de España, antes, se ahorcaba mucha gente. Se podría contar una historia de la vida rural en la que las vigas de los establos jugaran un papel protagonista.

Se colgó de una viga.

He ahí una frase mil veces escuchada. A los que no se nos ha pasado por la cabeza colgarnos de una viga, el balanceo del cuerpo sobre la silla volcada en el suelo nos produce desasosiego. La asfixia, sin embargo, goza de prestigio entre los adolescentes. Muchos de ellos, según hemos visto en la tele, solicitan a su compañero o compañera de pupitre que les corten la respiración hasta perder el sentido. Segundos antes del desmayo tienen, por lo visto, alucinaciones interesantes. Me viene ahora a la memoria, la noticia de un ministro británico que se ahorcó sin pretenderlo, pobre, hace ya unos años, masturbándose con una cinta de seda atada alrededor del cuello. No midió.

Nos preguntamos si hay en ese juego adolescente una pulsión de muerte. Una tendencia. Nos preguntamos si esa pulsión late en la sociedad y ellos la manifiestan. Si se percibe ya en las fruterías, en las carnicerías, en la cola del cine o del teatro. El CIS no realiza encuestas sobre las ganas de palmar de la población. Debería hacerlo. El suicidio es la primera causa de muerte entre los jóvenes. No se habla de ello para evitar el contagio, pero las estadísticas son incontestables. Jugar a asfixiarse no es lo mismo que pegarse un tiro, pero sí un modo de acercarse al precipicio. Hay momentos históricos que no ofrecen demasiados alicientes para la existencia. Tal vez este sea uno de ellos.

Foster Wallace sugirió a su mujer que se fuera al cine con el niño o con la niña, ahora no me viene, y cuando volvieron se lo encontraron colgado del techo del garaje. Y Wallace tenía recursos intelectuales para dar y tomar. Pero le mataba el oxígeno. En fin, que estamos todos muy preocupados con esa epidemia adolescente, que a lo mejor viene de la precariedad laboral, de la ausencia de horizontes, de Glovo, del capitalismo feroz. A lo mejor palpita en el fondo de las redes sociales a las que están tan apegados. La vida mata.