«Podemos soy Yo», dice sin duda todos los días ante el espejo un P. M. Iglesias, como otro mandamás decía: «El Estado soy yo». Lo acaba de demostrar eliminando hasta a Echenique, como antes a Errejón y a todos los fundadores del partido. Pero, según ha afirmado uno de sus antiguos fieles, no se trata de solucionar los fracasos cortando cabezas, como Ramiro El Monje. Por el contrario, en una organización realmente democrática, hay que poner al frente a una persona con cabeza, no a ese profesor de segunda (no es ni catedrático) que desprecia a todos los demás, siempre insatisfecho, enfadado, ceñudo hasta en sus aparentes triunfos.

Su odio a sí mismo lo proyecta freudianamente en los otros, ya sean mujeres -pocos tan misóginos como ha demostrado serlo de hecho él- como a sus adversarios y a su mismo equipo, todos los importantes ya liquidados. Sus increíbles cambiazos ideológicos y tácticos, debidos quizá en parte a las muchas dependencias económicas y políticas, han contribuido mucho a arruinar el enorme esfuerzo con el que tantos ayudamos a construir Podemos.

Martín Sagrera

Málaga