Estos tiempos de reformas -aquello que se propone o ejecuta como innovación o mejora en algo- me recuerdan al pensamiento cervantino el cual nos advierte: «Aunque la nuestra no se enmiende, siempre da gusto ver enmendar la ajena vida».

La noticia de la entrada en vigor ayer de la nueva ordenanza municipal sobre la tramitación de licencias urbanísticas, declaraciones responsables y demás medios de intervención en el uso del suelo y la edificación (OMLU), con la finalidad de activar y facilitar los trámites imprescindibles para la ejecución de obras menores en viviendas y edificios, después de muchas coyunturas conflictivas con resaca política municipal de por medio, ha sido bien recibida tanto por los colectivos profesionales - Asociación de Constructores y Promotores de Málaga (ACP) y Colegio de Arquitectos - como por los ciudadanos de una ciudad en plena reforma continua. Lo cierto es que la actual normativa aspira a ofrecer una mayor simplicidad y viabilidad en el momento de proyectar obras que hasta el pasado martes constituían una asombrosa y costosa demora en la resolución de licencias, llegando a tardar un período más que innecesario para realizar proyectos urbanísticos.Con el nuevo ordenamiento se suprime la obligación de tramitar los permisos para efectuar «obras menores o de escasa entidad en el interior de la vivienda y en zonas comunes de los edificios», aumentando el número de supuestos que pueden admitirse a declaración responsable, esto es, el propietario se lleva la autorización ipso facto. La buena nueva despeja ese ciclo tan surrealista de dilación al que estábamos sometidos en el ejercicio de estas mejoras. No tendremos que esperar 137 años, como el caso de La Sagrada Familia de Barcelona, para obtener una licencia de obras. Así sea.