Bravo, señor Bravo. Eso le dijo varias veces el socialista Mario Jiménez con sorna al consejero. Juan Bravo ocupa la cartera de Hacienda, Industria y Energía del nuevo gobierno andaluz. Ayer defendía los primeros presupuestos de un ejecutivo autonómico que no es del PSOE en casi 40 años. Lo hacía con la espada, no de Damocles, sino de Abascal sobre su cabeza. Son las 18.12 horas y aún estamos pendientes de Madrid para saber si le van a retirar la enmienda a la totalidad los de la extrema derecha de Vox, le inquirió Jiménez con su mantra de la «vergüenza», el de «ustedes están mercadeando con Andalucía en Madrid como nadie lo había hecho antes».

El bregado parlamentario socialista repitió más que ninguna otra expresión «la extrema derecha». Lo hizo tantas veces, que no era difícil pensar que sin la presencia de Vox en el parlamento no habría tenido mucho de qué discutir. Lo repitió más que otros mantras que han convertido en suyos los gobiernos socialistas en Andalucía, recortes al margen, como el de que si ellos no gobiernan se van a privatizar la sanidad o la enseñanza pública.

No quedan ángeles en política -sólo algunos caídos, esos sí-, pero el consejero dio la impresión de esforzarse en trasladar las que para él son bonanzas de su presupuesto, haciendo hincapié en que cada promesa presupuestada lleva detrás su partida económica, ya que sin ella todo queda en nada. Insistió una y otra vez y otra en que son muchas las partidas sociales, incluso más que las de los anteriores presupuestos socialistas porque ésas nunca se ejecutaban muy por arriba del 50% en cada legislatura. Llamó hasta el desaliento a la negociación pese a que en las réplicas Jiménez le vino a dejar claro que jugar a rayuela es de jardín de infancia. Los ingresos previstos son mentira, su presupuesto es malo, es intolerable que Moreno esté manoseando el nombre de Andalucía en Madrid y, señores del gobierno del cambio a peor, les esperaremos en la liquidación de estos presupuestos... A la salida del sol, le faltó decir a Mario Jiménez con su tono duro de diálogo de western. Pero no en actitud brava, sino sosegada, siguió manteniendo las formas «el señor Bravo» en las dúplicas.

Guzmán Ahumada, el malagueño portavoz de Adelante Andalucía, pese a comenzar su discurso con el calificativo repetido de «trágico» y describir la Andalucía que gana 9.000 euros al año, que nunca hereda de una tía en América, como pasa en el Monopoly, y a la que alguien tiene que defender, no mantuvo, en cambio, a los del cambio, un tono tan acre como el socialista. Pero no entró en la afectuosa trampa de Bravo cuando le recordó varias veces que la enmienda de la renta básica que mejorará algo la vida de los que más lo necesitan sea hecho gracias a ellos. Por definición, a los adversarios ni agua. Al menos en público.

Pero si ustedes quieren lo mismo que nosotros, el bienestar de los andaluces, por qué no podemos negociar, aun desde posiciones distintas, le dedicó escénicamente desfondado el consejero de Hacienda a Mario Jiménez. Una pregunta que vale para la deriva democrática de nuestro país en todos los partidos, por cierto. Incluso llegó a decir el heterodoxo Bravo que hacían falta, en ese sentido, más Antonios Maíllo que Pablos Iglesias. No pude ver el rostro de Maíllo en ese momento, pero en el contexto político hay loas que producen el efecto contrario. La lisonja, en todo caso, pareció real.

Hasta aquí, todos esperábamos el turno del antepenúltimo portavoz que, hábilmente o no, había conseguido ser el primero en un determinado interés. ¿Retiraría o no Vox, la tercera pata del 'trifachito' (según peculiar invectiva de la ausente Susana Díaz en el debate), su enmienda a la totalidad?

Y no defraudó Alejandro Hernández a la hora de mantener la expectación al retar a duelo, amablemente, eso sí, al consejero Bravo para que se retratase y confirmara en voz alta los compromisos pactados con su partido y así desvelar su decisión final. El consejero salió con la espada más cerca de la nuca y recriminó a sus opositoras señorías la falta de señorío a la hora de comportarse en sede parlamentaria. Otro clásico que no suele servir para nada en todos los sentidos del arco parlamentario. Pero el inspector de Hacienda y profesor de Derecho Financiero que hay detrás de la figura de consejero parece, aún, nuevo, y no en el mal sentido, en lides parlamentarias, pese a haber sido poco tiempo diputado del PP en el Congreso.

Como un novio de los de antes, finalmente, Jiménez no dio la espantá y, no sin antes desgranar las cosillas pactadas que no se entretuvo en concretar el consejero (como la inclusión del término 'violencia intrafamiliar' en los presupuestos de 2020), Vox dio el Sí, quiero y retiró la enmienda.