La gente, cuando vota, no vota resultados (así, la composición final de un ayuntamiento), vota partidos (partes en liza). Por tanto lo que hagan luego los partidos para llegar a unos resultados es un modo de administrar, mejor o peor, el voto de la gente que los ha votado. Es verdad que en la tanda de las generales, autonómicas y locales ha habido unas querencias hacia la formación (por desdicha) de grandes bloques, a derecha e izquierda, unidos internamente por un juego complejo, a veces de afinidad más o menos resignada (PSOE-Podemos), otras de lucha por un mismo territorio (PP-Cs), y hasta de repulsión controlada por la necesidad (Cs-Vox). O sea, lo que se ha producido en ese tiempo electoral es la voladura de los puentes del centro. En bien de la estabilidad (ergo, de la economía) convendría restaurarlos algo, aunque no sea fácil con el fragor de la batalla todavía en los oídos.