El victimismo es dolencia de mala cura, y cuando se ceba en un pueblo o país realimenta el propio sentimiento local o nacional, reforzando la unidad de sus fieles, que lo usan como blindaje. Tocando ya a su fin el proceso penal sobre el procés, pendiente solo de sentencia, chocan las manifestaciones de los que, fuera o dentro de la cárcel, dicen que volverían a hacerlo. Aunque cualquier penalista práctico, y hasta cualquier persona sensata, sabe que con eso se aseguran una condena, y no facilitan las cosas a quienes querrían que no fuera muy grave, para un victimista de toda la vida los mayores sufrimientos por la causa que cree sublime ayudan a la sublimación. «La sangre de los mártires es semilla de cristianos», escribió Tertuliano un mal día, engrosando desde entonces la lista. Conviene, ahora con más razón aún, que el Tribunal no ayude a la progresión de la enfermedad.