Una actriz proyecta crear una residencia para creadores. En efecto, a veces el talento no solo no tiene donde caerse muerto. Es que no tiene donde dormir. O vive en el extrarradio en una familia modesta en la que más que espolearle el talento le espolean el cuerpo a ver si hace unas oposiciones sencillitas y se resuelve la vida. Claro que no todos los talentos se prestan a vivir ordenadamente y espoleados y estimulados, en plan se desayuna a las siete y se almuerza a las dos. No.

Yo lo veo por la calle. Veo un talento y cazo enseguida si es un talento díscolo o pasajero o un talento inútil (para doblar cucharas, por ejemplo). Los talentos para escribir no deberían ser visibles, ya que deberían estar encerrados escribiendo. Algunos talentos musicales no saben que lo son hasta que alguien les compra una viola o un saxo. Hay quien cree tener talento para la guitarra, la saca en todas las fiestas y al final se comprueba que el verdadero talento es para ligar. Hay quien tiene talento para la política y acaba en presidente de comunidad de vecinos, sin descartarse que alguien sin talento tenga el talento (paradoja) de rodearse de gente talentosa y así llegue lejos. En política. O en otros campos. La parábola de los talentos. talento es lo contrario de tarápido.

La RAE define talento en su primera acepción como inteligencia (capacidad de entender). También en segundo lugar como aptitud (capacidad para el desempeño de algo). Decir cómo define algo la RAE es un recurso socorrido, quizás de columnista con poco talento o poca memoria o poco conocimiento del lenguaje. Pero hace parecer más docto o científico. Hay quien tiene talento pero no perseverancia. Otros están singularmente dotados de tenacidad y con eso suplen cierta falta de talento. Hay libros por los que chorrea el talento. Los coges y te pones perdido de talento. Se sale por sus páginas, te mancha el sofá, el pantalón, la camisa, la mesa, venga talento, talento por todos lados, el talento que llega al suelo. Sin embargo, lo pones en la estantería y ese talento que chorrea no mancha al libro de al lado, que a lo mejor es un tratado sobre el correcto cuidado de los pezones masculinos o un árido volumen de historia universal, con lo divertidos que son los manuales de historia universal si están bien escritos, o sea, con talento, es decir, amenamente, que esa es otra: existe la manía de confundir lo sesudo con lo inteligente y lo claro con lo trivial.

Eugenio d'Ors definía el estilo como «la marca del espíritu sobre la forma». Era un ensayista de glosas cortas y diáfanas. Claro que en su caso lo que ocurrió fue que se le entendió tanto la simpatía política que profesaba que ha estado años arrinconado pese a que también fue (buen) narrador. No sé si supo venderse bien.

Ese es un talento muy en boga en nuestra época de redes sociales: te puedes construir un personaje muy apto para tus pretensiones con independencia de como seas. Pero para eso hay que tener talento, al menos, talento para manejar las redes. La paradoja es que incluso a los que las manejan muy bien les pagan muy poco.

Hay talentos que todo el mundo cree tener y hay talentos que solo posee alguien entre millones. Por ejemplo, el de jugar al tenis como Nadal. Un error común es pensar que el término talento es aplicable a la actividad intelectual y no por ejemplo al deporte. Absurdo.