La Física ha demostrado la existencia de tres límites insuperables en el cosmos generado tras el Big Bang: el cero absoluto respecto a la temperatura, la luz respecto a la velocidad y Annie Hall respecto a la comedia. Son constantes inamovibles, valores inalcanzables por mucho que se desarrollen la civilización y la tecnología. El límite inferior de temperatura se sitúa en los -273,15 grados Celsius. Podremos acercarnos muchísimo a ese valor -de hecho, ya hemos conseguido alcanzar temperaturas de -273,144 grados Celsius-, pero no podremos rebasarlo. El universo saltaría por los aires. El límite superior de velocidad lo posee la luz, con sus casi 300.000 kilómetros por segundo. Si aceleras mucho, pero mucho mucho muchísimo, podrás aproximarte a ese valor -y se te quedará una cara parecida a la de Bowman en 2001-, pero jamás podrás superarlo. Cosas del Big Bang. Y la aplicación de las ecuaciones de Maxwell y Einstein a la Comediología demuestra que Annie Hall (Woody Allen, 1977) constituye la constante máxima de toda película cómica, independientemente del marco de referencia del observador. Da igual desde dónde la mires. No importa cuál sea tu biografía cinematográfica previa. El pasado miércoles, en Días de cine clásico (La 2, ¡gracias, gracias, gracias por existir!), pudimos comprobar una vez más por qué. Da igual lo mucho que se intente: es cosmológicamente imposible que ninguna película pueda superar la gran explosión de ingenio, innovaciones narrativas, humor divertidísimo, afiladísimas sentencias e hiperrealista retrato del microindividuo perdido en la macrosociedad que es esta obra maestra irrepetible del genial Woody Allen. A medida que se desarrolle la tecnología podremos ir acercándonos más y más a Annie Hall, pero superarla reventaría la estructura subatómica de esa parte tan peculiar del universo que llamamos «cine». Sería como moverse más rápido que la luz o estar más frío que el cero absoluto.