El inicio del verano nos incita a relegar los días de incertidumbre y tedio sobrevividos durante el largo arco que configuró el invierno entreverado con una primavera alborotada por las tormentas políticas. El estío en Málaga halla su capitalidad y dilata los beneficios que este solsticio conlleva: mejor humor; reducción del estrés; prevención de infecciones; ingesta de alimentos frescos bajos en calorías e incita el ejercicio al aire libre, posibilidades éstas dirigidas hacia el goce, según nos cuentan los expertos.

«Aceptaron los placeres de la mañana -el sol brillante, el mar dominador y la dulzura del aire- como las horas agradables para los juegos, durante las cuales la vida estaba tan repleta que no hacían falta esperanzas, y por ello se olvidaban», nos relata el Nobel de Literatura británico William Golding en su obra más reconocida El señor de las moscas. La novela se constituye como una alegoría de la naturaleza humana donde cada personaje representa una peculiaridad del orbe individual, explorando la creación de una sociedad desde la nada fundada por niños.

La narración también nos habla de la organización social; de la creación de una nueva jerarquía y de cómo elegimos a nuestros líderes, entendiendo como democracia ese sistema en el que todos tienen voz; utopía la cual los protagonistas programan desde un principio y que ellos mismos irán destruyendo. Toda la trama revive la realidad coetánea tal y como la padecemos: la división como ejercicio de poder y los enfrentamientos, apartando la racionalidad y auspiciando la arbitrariedad de la fuerza.

Ante tanta luz estival, el nuevo gobierno municipal no debe olvidar - como esos niños- las perspectivas de seguir construyendo la ciudad sin caminar aislados, como dos mundos distintos de experiencias y sentimientos, incapaces de comunicarse entre sí.