Perdimos. Nos quedamos en Segunda. Pero no pasa nada, somos lo que somos. El ambiente de La Rosaleda el pasado sábado, después de perder 0-1 contra el Deportivo de La Coruña, me recordó al ambiente de las grandes noches de Champions.

Parece que, por costumbre, somos mejores perdedores que ganadores, aunque no me atrevo a afirmar esto porque no recuerdo grandes triunfos malaguistas. No me quiero imaginar a ese fondo Sur animando a sus jugadores en una final. Hasta los comepipas animamos. La Rosaleda, el malaguismo, nosotros los perdedores, hemos enseñado a los futboleros que aquí se anima. La Rosaleda ha demostrado al orbe futbolero que nos da igual cómo queden las cosas: cuando más lo necesite, ahí estaremos.

Hace unos días no tenía ni idea de quién era David Dóniga Lara, pero este madrileño nos ha dejado a todos sin palabras.

El segundo entrenador del Málaga CF, un tipo que llegó hace unos meses sin, probablemente, tener ni idea de qué era esto, escribía el fin de semana las palabras más bonitas que un malaguista puede leer. Se ha enamorado, el pobre. En un fútbol en el que los profesionales acaban convirtiéndose en mercenarios, Dóniga ha hablado de amor. Esas gilipolleces de las que sólo hablamos los hinchas para tratar de engañarnos y pensar que estamos por encima del negocio.

Un insider ha hablado de nosotros en términos sentimentales. No, no todo está perdido. Aunque nos quedemos con medio equipo, aunque sigamos en Segunda y nos aburramos... pero al menos tenemos a un nuevo malaguista. David, repite conmigo: «¡Málaga y nada más!».