La verdadera lectura de poesía, o sea, el logro del chispazo entre el poeta y su lector, requiere un alto grado de complicidad (de ahí su rareza), que en buena medida depende del talento del poeta para provocarla. Tampoco es fácil que el poeta disponga a la vez de otros dos talentos, el conceptual y el emotivo. Veamos, por ejemplo, como lo logra este haiku de amor: «El cielo tendrá que esperar / hoy te tengo a ti». O este haiku de viajes, a propósito de Berlín: «Sinfonía de una ciudad oscura». O este filosófico: «El sueño revelador le mantuvo despierto / hasta el amanecer». O esta dramática confesión, con cuyo humor sale victoriosa del lance: «Solo soy mosquita muerta / para el hombre araña». La autora de los cuatro, y de los demás incluidos en el poemario Somos luz (Bajamar Editores, 2019) es la ovetense Aida Masip, que o mucho me equivoco o cuenta al menos con esos tres talentos.