Hace unas dos semanas la Diócesis de Málaga presentó un nuevo decreto episcopal en el que, entre otras muchísimas cosas se proponía a los futuros hermanos mayores y tenientes hermanos mayores de las cofradías que estudiasen un curso de tres años sobre Teología.

A ver, el decreto tiene 113 páginas y hay medidas interesantísimas para tratar de hacer esto de las cofradías un universo algo más consolidado. Sin embargo, es llamativo el revuelo que ha levantado el asunto de la formación, como si estudiar Teología fuera sólo cosa de curas.

Lo más importante es que hay que tener en cuenta que los estudios propuestos (un curso de 28 días al año, unas 84 horas anuales) son sólo exigibles a personas que deseen ser hermanos mayores o segundos de a bordo. La barra de bar de Twitter nos ha dejado más de un retrato al vitriolo de cofrades con ansias de poder pero con pocas ganas de trabajar por ello más allá de lo que socialmente se exija.

A los cofrades se les tiene que exigir lo que se le tenga que exigir como entidades que forman parte de la Diócesis. De lo contrario estaríamos hablando de asociaciones recreativo culturales que, en lugar de organizar un concurso de construcción o unas jornadas sobre el flamenco en Málaga, sacan esculturas a la calle.

Dar sentido a la actividad cofradiera no está de más. «Es que nos vamos a quedar sin cofradías», afirmaba algún apocalíptico. En caso de que se cumpliera esa profecía, se trataría de una profecía buscada y consentida por los propios cofrades.

No darnos cuenta de lo importante que es mantener la Verdad en el medio puede suponer el final de una fiesta que hoy tiene más de antropológico y folclórico.