Diecinueve millonarios estadounidenses han solicitado pagar más impuestos. En defensa propia. Lo han solicitado en defensa propia. No les gusta el mundo que se aprecia desde las ventanas de sus dormitorios. En EEUU hay unos cuarenta millones de pobres: el tamaño de una nación. Por mucho que los disperses, acaban asomando la jeta por aquí o por allá. Si la humanidad fuera un tejido, sus irregularidades nos pondrían los pelos de punta. Si fuera un texto, no soportaríamos su sintaxis. Si fuera un edificio, carecería de cimientos morales. Algo de esto deben de haber percibido los multimillonarios norteamericanos (todos ellos con fortunas que superan los mil millones) para lanzar un manifiesto de los que empiezan con el encabezado de «los abajo firmantes».

Buda se hizo budista, valga la exageración, cuando abandonó el palacio de su padre y se tropezó con la vejez, la enfermedad y la muerte. No esperamos que nuestros millonarios sigan su camino, pero sería fantástico que imitaran a sus colegas yanquis. También en defensa propia. Se vive igual de bien con cincuenta mil que con cien mil millones. Se vive incluso igual de bien con cuarenta millones pelados que con setenta y dos. Hay un límite más allá del cual unos cuantos millones arriba o unos cuantos millones abajo no implican ninguna diferencia desde el punto de vista del bienestar físico, aunque pueden resultar esenciales desde la perspectiva de la buena conciencia. Los abajo firmantes estadounidenses no están proponiendo que el Estado les arrebate sus yates o sus áticos de la Quinta Avenida. Pueden quedárselos. Lo que sugieren es entregar al fisco algunos decimales de su fortuna. El 10% de la población española posee más riqueza que el 90% restante. Imagínense la suma de toda esa calderilla.

Este movimiento justiciero es curioso. La igualdad, históricamente hablando, ha sido una conquista que ha costado la vida a mucha gente. Lo extraordinario es que venga de donde viene, pues no es común que los poderosos cedan, motu propio, parte de una hegemonía que normalmente ha sido preciso arrebatarles. A ver si cunde el ejemplo entre los nuestros. Aunque lo hagan más por egoísmo material que por convicción moral.