Ya nos tocará, pero Málaga se ha salvado esta vez de las altas temperaturas que asan a la población de media Europa. Bendito Levante. Es curioso esto de los vientos. El mismo levantito que nos frena el terral en Málaga llega a la comarca de Antequera caliente como el aire que sale del culo de los aparatos de aire acondicionado. En la capital malagueña el terral, ese aire caliente que te obliga a cerrar las ventanas en pleno verano y asa las sardinas sin espetarlas, viene del norte. El terral es un poniente del norte (noroeste), calentándose tierra abajo hasta llegar a este mar por el que se extiende y alarga la capital malagueña. Cuando el aire nos llega desde el mar, aunque venga del Sáhara, su humedad azul lo neutraliza. Estas cosas las saben y las cuentan los pescadores y la gente del campo. Pero cada vez hay menos. Por eso ya no hay ganado que limpie la hierba que luego arde seca como gasolina.

Cabras

Por eso, en parte, los incendios asolan los montes aquellos por los que, según Estrabón, una ardilla podía saltar de árbol en árbol y llegar desde Cádiz hasta Bilbao sin tocar el suelo. Otra cosa es que pudiese obtener beca para hacer el bachillerato en un instituto vasco, y no sólo por ser ardilla. Ese surrealismo desigualitario que se extiende como una llama por la vieja piel de toro produce ese tipo de situaciones. De ahí la sentencia del Supremo respecto a la desigualdad que provoca el sistema de becas en Euskadi, distinto al del sistema educativo en el resto de España. Pero si esa desigualdad ocurre con el calendario de vacunas infantiles en distintas autonomías, cómo no iba a ocurrir en eso tan obscenamente manoseado, según quien gobierne y según dónde, que es la educación. Aunque tampoco parecen importar mucho estas cosas. Poco espacio queda para casi nada que no sea la ola de calor.

Pride

De color ha sido la ola esta semana con motivo del día del orgullo. Ayer la plaza de la Constitución se llenaba de alegría para celebrar la libertad del a quién le importa y, al mismo tiempo, para defenderla de quienes tienen el cerebro barrido por la intolerancia, esa ola en blanco y negro. Por encima de opiniones que, fuera y dentro del ámbito LGBT y más, consideran que ya empiezan a sobrar carrozas y plumas y a faltar rostros y mensajes que aporten una imagen más sólida del movimiento, esa reivindicación alegre y bailona es como un láser fucsia que apunta al oscurantismo. Siempre que puedo recomiendo la película Pride, dirigida en 2014 por Matthew Warchus. La recomiendo, primero, porque es muy entretenida. Hoy recomendarle un libro o una película a un chaval o a una chica y que sea un truño es empujarles un poco más a la incultura de los súper estímulos frenéticos e inconsistentes de nuestro mundo globodigital (el término lo invento para aunar digital y global, es obvio).

Personas

Segundo, la recomiendo tanto porque los personajes se mueven dentro de un hecho histórico real. Son activistas de las asociaciones de gays y lesbianas que apoyaron a los mineros británicos al principio de los años 80. En aquella sociedad de entonces (curiosamente más liberal que la nuestra, pese a ser la de la dama de hierro, la era Thatcher, frente a la actual de Trump), resituar la imagen (para muchos frívola y ajena al núcleo duro de los conflictos sociales) de la población homosexual en la primera línea de la lucha sindical y minera, dura e industrial y moralmente en otros códigos culturales y estéticos, fue un paso hacia la igualdad real, no sólo la legal. Y tercero, la recomiendo porque las situaciones humanas que se dan entre personas no tan distintas, pero sí muy distantes, mostradas con provocadora sencillez e inteligencia, son tan divertidas como emocionantes y necesarias€

Dientes

Ayer, viernes que empezaba con su ola de color arcoíris, el presidente español en funciones asistía a la función del G 20 en Osaka, Japón. En los periódicos se publicaba la noticia de que se había inaugurado una también surrealista discoteca donde se prohíbe bailar y tomar copas, en Arabia Saudí, un país que penaliza la homosexualidad y prohíbe que hombres y mujeres se rocen en la pista. Pedro Sánchez, aún investido sólo por la incertidumbre, habló ante las cámaras con mucha sonrisa con el príncipe saudí que, según organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, está detrás de los 13 millones de muertos en Yemen, de la persecución de algunos de su propia familia y de la aterradora muerte del desafecto periodista Jamal Khashoggi. Pero los petrodólares compran cualquier sonrisa. Es como sentarse cuando Trump te señala desabrido el asiento. Va en el sueldo... La verdad es que no resulta fácil saber si Trump mandaba a Sánchez a sentarse o bromeaba con el juego de la silla, ya que la cara de Trump (como su tuit de la otra noche a las a las tres y media de la madrugada: «Borning») es difícilmente traducible. Difícil aquí, en Málaga, en Washington o en Osaka€ Porque hoy es sábado.