Hablar de Zidane es hablar del mayor mito del madridismo de las últimas décadas y me atrevería a decir inclusive por encima del propio Cristiano Ronaldo -habrá que dejar que pase el tiempo para borrar la manera en la que el luso salió de Concha Espina para valorar realmente el lugar que ocupará en la historia del Real Madrid-, por todo lo que ha significado para el club blanco. Primero con el gol de la novena, posiblemente el más bello de la historia de la competición y luego siendo el gran artífice de las tres Champions consecutivas de los últimos tiempos algo realmente asombroso en nuestros días, lo que le ha valido a la institución blanca para reverdecer viejos laureles en la segunda época más importante de su historia tras las famosas cinco Copas de Europa de la era Bernabéu y Di Stéfano.

Grandeza elevada al máximo exponente cuando de forma repentina cogió y se sentó delante de los micrófonos para anunciar su salida del Real Madrid ante un cariacontecido Florentino Pérez que no daba crédito a lo que estaba sucediendo, y es que el franco-argelino en todo momento ha mostrado unos valores que han encajado a la perfección con la idiosincrasia del club blanco, hasta en los más mínimos detalles, elegante en las respuestas, inteligente en la toma de decisiones y como no, esa pizca de suerte que todo gran hombre ha de tener en momentos puntuales, ganándose el respeto y admiración de todos, absolutamente todos los estamentos que rodean no solo al madridismo sino al mundo del fútbol en general.

Pero los últimos acontecimientos han precipitado su regreso al banquillo más caliente del futbol mundial. Y es que tras la fallida apuesta inicial por Julen Lopetegui y el posterior intento de resurgir la nave blanca con Santiago Solari, no dieron sus frutos, por lo que el poder de convicción del presidente blanco ha conseguido el regreso de uno de sus baluartes más importantes dentro de la historia reciente del club, Zinedine Zidane. La ilusión generada con su vuelta ha supuesto una tremenda bocanada de aire fresco para todo el madridismo, pero el paso de las fechas ha mostrado que el problema no estaba en la dirección técnica del equipo, sino en la propia raíz, los jugadores.

Paulatinamente y con el paso de las jornadas, -once en total- «Zizou» ha podido comprobar in situ que no ha quedado nada de aquel equipo grandioso al que apenas unos meses antes había llevado a tocar el cielo, y es que el desgaste por el tremendo esfuerzo llevado a cabo por parte de los jugadores durante los últimos años ha pasado factura a todos ellos, por lo que el talante amable y pausado de míster, ha dado paso a una preocupación extrema, donde su mente se ha envuelto en un mar de dudas ante qué hacer con la plantilla. El presidente le ha dado plenos poderes para llevar a cabo la necesaria reestructuración del equipo, pero resulta hartamente difícil desprenderse de aquellos que te han llevado a tocar la cima del mundo.

Se rumorea que ya existe una lista de descartes, la cual no deja de sorprenderme, ya que en ningún momento se toca a primeros espadas. Los Ceballos, Vallejo, Mariano, Reguilón, Marcos Llorente y Keylor Navas, no dejan de ser actores secundarios, lo realmente necesario es dotar al equipo de «savia nueva» dentro del once titular, y para ello, y a pesar del dolor que supondría prescindir de gente que tanta gloria ha dado al club -los Bale, Marcelo, Isco, Modric y compañía-, habría que buscarles una salida digna, ya que su ciclo en el número 1 de Concha Espina ha llegado a su fin.

Todo cambio es doloroso pero a su vez necesario y más aún dentro de un mundo en el que la memoria y los sentimentalismos han dejado paso al capitalismo puro. Por todo ello pienso que Zidane no es la persona idónea para llevar a cabo la misión ya que al mejor entrenador de la historia del Real Madrid le unen demasiados lazos a esos jugadores que tanto y tanta gloria le han dado y como si de hijos propios se tratase, jamás sería capaz de echarlos de su propia casa. Zidane, ¡piénsatelo!, una retirada a tiempo podría suponer una de tus mayores victorias.