Atención, si no pone la mente en modo sutil no ponga el pié en este charquito. No es causar una muerte injusta lo que cualifica a una ominosa dictadura, sino el modo de hacerlo. Hay una línea de puntos que une la muerte de Kashoggi, con el Príncipe Salman al fondo de la imagen, el intento de asesinato con un gas nervioso del agente Serguei Skripal, con Putin al fondo, el de Kim Jong Nam con un spray químico, con su hermanastro Kim Jong Un al fondo y, ahora, el del capitán de corbeta Juan Guaidó, con Nicolás Maduro al fondo. Se trata de la evidencia de una mano política ejecutora y el desparpajo del Estado que anda detrás, con su dictador al frente, para encubrirla. El crimen político se convierte en crimen de Estado cuando es el propio Estado el que se encarga de asegurar la impunidad, quedando desde ese momento contaminado, y dejando en evidencia a quienes no lo denuncian.