Por tierra, mar y aire. Abrumador. Es un espectáculo absolutamente insólito. Le piden que apoye la investidura de Pedro Sánchez-Castejón "por el bien de España" y para librarlo de "malas compañías", a saber, Bildu, independentistas de todo jaez, principalmente; del radicalismo o destructivismo de Podemos, otros.

Lo piden/exigen las patronales, los bancos, comentaristas políticos, algunas voces del PP y, sobre todo, Pedro Sánchez-Castejón y miembros de la Ejecutiva del PSOE y del Gobierno. Y últimamente, personas de su partido, algunos, incluso, acompañando la exigencia con la marcha o con la dimisión de la Ejecutiva, aunque no siempre del puesto que genera devengo.

Lo más sorprendente de todo ello es que el PSOE no ha ofrecido nada a cambio de ese apoyo mediante la abstención y que es seguro que no va a ofrecerlo, como ha reiterado Sánchez-Castejón de forma directa e indirecta, en la última ocasión, el sábado 29 de junio, tras la cumbre del G20. Siendo así las cosas, resulta más sorprendente aún la petición de ese auxilio gratuito y patriótico que desde fuera y desde dentro de Ciudadanos se solicita, si bien es verdad que por algunos se argumenta que ese auxilio debería ir acompañado de alguna especie de propuesta de acuerdo o de exigencia de que el nuevo Gobierno no realizase determinadas cosas. Conviene considerar el asunto desde dos puntos de vista, el primero el de aquellos que podrían recibir el socorro de Ciudadanos, los socialistas. ¿Lo desean? Evidentemente. ¿A cambio de algún compromiso? De ninguna manera, lo han reiterado, como hemos dicho, hasta la extenuación. Pero es que hay más todavía, a muchos militantes socialistas, no digo ya a sus votantes, cualquier compromiso con Ciudadanos les resulta repugnante. Para muchos de ellos, Ciudadanos es un partido de extrema derecha y Albert Rivera, un fascista.

Y no crean ustedes que quienes así piensan son ciudadanos marginales. Lo han dicho y escrito bastantes socialistas que uno podría tener por respetables en muchos órdenes de la vida, y que seguramente lo son, pero que en la política son víctimas de la ceguera y la enfermedad sectaria que aqueja a tantos españoles.

Actúan ahí, dentro de ese sectarismo enfermizo, varios factores, el más importante el pensamiento de que quienes no se someten a los dictados de su iglesia son, lisa y llanamente, lo execrable, el fascismo, sin más entendimiento ni matiz. Es, por otra parte, dudoso que muchos de los militantes y votantes socialistas agradeciesen el socorro gratuito de los riverianos, es más, lo soportarían mal. Recuerden ustedes con cuánto desagrado llevaron los socialistas de Euskadi el favor gratuito del PP para que Patxi López fuese Lehendakari. Lo curioso es que la repugnancia invencible que causan en esas personas Ciudadanos o el PP no la causan ERC o Bildu o partidos de izquierda extremistas. ¿La razón?: la palabra "izquierda" es un manto sagrado que, para ellos, santifica todo lo que se ampara bajo él, sin que se distinga la realidad concreta de lo que, en cada caso, significa: el PSOE de Felipe González, el PCE de Carrillo tras la política de reconciliación o el anterior, el PCUS de Stalin, la China de Mao y su revolución cultural, la Cuba de Castro, la socialdemocracia de Willy Brandt... Así es la fe: junto con una pasión enfermiza provoca ciegas distorsiones cognitivas.

Desde la perspectiva de Ciudadanos, facilitar la investidura de don Pedro lo acercaría seguramente al suicidio político. En primer lugar, porque ha reiterado hasta la saciedad que nunca investirían a este candidato socialista (no tanto a ninguno, tal vez el PSOE podría probar con otro, a ver qué pasaría) y ha sido ese el eje de su campaña y, por tanto, ha recibido muchos votos por ello, o, en todo caso, con constancia de la advertencia. En segundo lugar, porque la perspectiva estratégica de Ciudadanos no es la de ser un partido bisagra, sino la de hacerse con la hegemonía de la derecha, sea ello factible o no.

Pactar con el PSOE, gratuitamente, por tanto, dificultaría extremadamente ese camino, lo impediría, más bien. Pero es que, además, la mayoría los votantes no quieren que sus votados lleguen a pactos con otros, que "se contagien". Quieren acuerdos, sí, pero nunca a costa de sus votos. Miren ustedes a su alrededor y observarán que, no sólo en España, pero especialmente en España, donde reina la política de trinchera, los partidos que llegan a pactos con otro mayor, salvo que sean dominantes en un territorio determinado, acaban por reducirse a poco más que a la nada. Supongamos, por otro lado, que, efectivamente, Ciudadanos facilita la investidura de Sánchez-Castejón por "razones patrióticas", para que no llegue a acuerdos con Bildu y los independentistas (o con Podemos, como algunos también manifiestan). Supongamos, asimismo, lo que es mucho suponer, que el PSOE acepta tal premisa. En ese caso, Ciudadanos quedaría cogido en el cepo durante cuatro años, viéndose obligado a sostener todas las políticas del PSOE para que no tuviese que depender de esos socios. ¡Menudo porvenir, entonces! Un comentario nada más sobre Ciudadanos, un partido de aluvión, aún no asentado, en cuyas nóminas electorales han venido a alistarse muchas gentes de diversas procedencias por motivos muy variados, desde el oportunismo hasta la ilusión de conseguir "hacer algo" por solucionar los problemas de España, de su autonomía o ciudad.

La mayoría de ellos, con poca profesionalidad política y, por tanto, con poco aguante. Pues bien, por la desilusión personal, por los resultados electorales o por los acuerdos con el PP, no pocos han aprovechado para largarse o para no recoger el acta de diputado o edil.