Ya está en marcha la gran ronda, la de toda la vida, la del sonido inconfundible de la serpiente multicolor. Por delante, tres semanas en las que poder sacrificar la siesta con los siempre admirables paisajes de Las Galias. Y sobre todo en las que añorar aquellos tiempos en los que el ciclismo español manejaba a su antojo el pelotón internacional.

Quienes tuvimos la suerte de crecer con el soniquete de García y Ares para narrar con toda la épica posible las hazañas de los Perico Delgado y Miguelón Indurain no podemos negar la nostalgia que representa esta década que ahora acaba. Justo diez años se cumplen ahora del segundo y último amarillo de Alberto Contador en París. El pinteño sucedía a Carlos Sastre y repetía victoria, después de la lograda en 2007, para cerrar cuatro años de tiranía hispana por las carreteras francesas. Porque ese inolvidable ciclo arrancó con el triunfo de Óscar Pereiro, certificado no obstante un año después de lograrlo y tras confirmarse el positivo por testosterona del estadounidense Floyd Landis.

Otro escándalo por dopaje, de estos que en las últimas décadas han terminado por arruinar buena parte de las audiencias millonarias que antaño acaparaba el ciclismo, le permite a Indurain retener el récords de entorchados amarillos en la capital gala. El navarro que muchos sitúan bastante cerca de la leyenda que en su día escribiese el «caníbal» Eddy Mercx (nadie ha podido acercarse siquiera a sus 34 etapas en el Tour) se adjudicó cinco rondas consecutivas entre 1991 y 1995. Estuvo además 60 días de líder de esta carrera y acumuló una docena de triunfos de etapa.

Sus hazañas paralizaban las sobremesas en España, porque en casi 90 años de historia del Tour apenas tres españoles habían conseguido terminar en lo más alto del podio de París. De ese trío de pioneros destacó por pionero Federico Martín Bahamontes, con su gesta de 1959 y la marca de seis títulos como mejor clasificado de la Montaña. Luego hubo que esperar a 1973 y un triunfo conquistado por Luis Ocaña para poner colofón a otro brillante palmarés con nueve etapas y 17 días como líder.

Pero sin duda el antes y el después para el ciclismo español, con en la música patria, lo dictan los años ochenta y las retransmisiones a todo color. Ahí emergió el talento y la arrolladora personalidad de Pedro Delgado (vean si pueden ese emocionante documental de Movistar titulado 30 Años de Amarillo). Sólo pudo conquistar la larguísima avenida de los Campos Elíseos en 1988. No le hizo falta más. Abrió camino a la posterior Armada española en el Tour, reducida este año, a apenas 13 soldados, y cosechó una conquista que está por encima de laureles y condecoraciones. Ganarse por cercanía, humildad y capacidad de comunicación al pelotón mundial y, durante décadas, a todo un país es algo que está al alcance de muy pocos. Tal vez por eso, aunque por otras muchas cosas también, hoy sacrificaremos de nuevo la siesta. Para aprender de ciclismo, que lo es de sacrificio y superación personal, siempre con el verbo cercano y las inimitables crónicas de nuestro querido Perico.