Tsipras llegó al poder subido a la ola popular contra las medidas impuestas por la UE, convocó un referéndum en Grecia para oponerse a ellas, lo ganó de calle y luego, a fin de evitar el precipicio (posible expulsión de la UE incluida), se las arregló para ir cambiando el rumbo, sin perder del todo la cara, y alinearse con las medidas. Ahora es fácil demonizar su demagogia, los cambios radicales de postura y la falta total de coherencia, pero aunque a causa de la crisis el PIB per cápita de Grecia haya retrocedido 15 años, desde hace 2 ha vuelto a crecer. Así que Alexis Tsipras ha evitado el caos y la descomposición de su país, encabezando primero el imparable movimiento de rechazo y luego llevándolo por la única y estrecha vereda que existía, al borde mismo del abismo. Este tipo de ejercicios de patriotismo no se suelen reconocer luego en las urnas, pero es justo que alguien lo haga.