Popper decía que habría que reclamar en nombre de la tolerancia el derecho a tolerar a los intolerantes. Pero la verdad es que algunos de ellos se comportan de manera intolerablemente estúpida y hasta peligrosa. Ha ocurrido este fin de semana en Madrid y Pamplona, con las agresiones a Ciudadanos, en la manifestación del Orgullo Gay, y los insultos al alcalde de UPN, que tuvo que ser protegido por la Policía Local durante la procesión de San Fermín. La motivación siempre es la misma: el rechazo del otro, del que no piensa y se conduce igual que uno. Pero en el primero de los casos resulta doblemente asombroso puesto que las agresiones provienen de un colectivo, como es el homosexual, que ha padecido y padece la discriminación de una parte de la sociedad. No deberían actuar de la misma manera que los intolerantes empeñados en arrebatarles sus derechos como personas. Activistas LGTBI han increpado al partido de Rivera pidiéndole que recapacite sobre los pactos con Vox, una formación que se ha mostrado contraria a las movilizaciones del Orgullo. ¿Hay homofobia en Vox? Probablemente, en realidad Vox no se ha caracterizado precisamente en esto, como en muchas otras cosas de las que discrepa, por su respeto a los que piensan de distinta manera o son distintos. ¿Pero significa eso que haya que arrojar botellas y barras de hielo a los dirigentes y militantes de Ciudadanos que acuden a manifestarse en favor de los derechos de los gays y las lesbianas? ¿No tienen derecho a hacerlo como los demás? Ciudadanos, cautivo de las componendas desatadas por la aritmética electoral, tendrá que aceptar algunos planteamientos de Vox pero no serán aquellos que promuevan el rechazo homofóbico. De igual manera que hay que confiar en que el PSOE, que pacta en Navarra con los bilduetarras que insultan a los políticos elegidos democráticamente, no se deje arrastrar por sus convicciones separatistas y entregue la comunidad foral a los nacionalistas vascos.