Las obras del lateral sur de la Alameda de Málaga van acabando. Van acabando con el peatón. Ya hay casetones (diseño copiados de otras ciudades) para vender flores. Hay árboles, maceteros, zonas ajardinadas acotadas, tímidas terrazas que serán expansivas dentro de nada. Hay carteles anunciadores de menús, chirimbolos y bicis, patines y hasta el otro día un motocarro. Hay puestos que expenden no sé qué. Han colocado una suerte de esqueleto para sostener pérgolas por la zona de La Equitativa. Se configura en efecto la Alameda como una nueva carrera de obstáculos para el sufrido peatón. Nuestro nunca bien ponderado Ayuntamiento quiere que el peatón esté en forma y por eso traza un circuito peligroso por sus calles por ver si así ejercita el corazón a base de sustos y las piernas a base de saltos para esquivar cosas. Un día eres joven y al otro estás criticando que no se puede andar por la calle.

-Oiga, joven, es que no se puede.

El Ayuntamiento quiere meter el turbo a las obras para que el visitante y el turista, cuando la Feria, no vea tanta cochambre y tanto escombro, tanto polvo y tantas taladradoras y tanta contaminación acústica y de la otra. Hay más ruido que cuando había coches. Más humo que cuando circulaban vehículos privados. Los accesos al parking de la plaza de la Marina sí serán amplios y buenos y bien señalizados, no se preocupe, no se van a quedar ellos sin cobrar lo que cobran por aparcar allí, que es una tarifa-robo, tarifa municipal, tarifa de las más caras de Europa.

A lo mejor a un señor de Manchester, Móstoles o Berlín le damos buena imagen durante la Feria al tener la Alameda adecentada, pero esa imagen se le va a quitar de súbito cuando pague el parking de la Marina. Si es que puede sacar el coche, dado que las plazas son minúsculas y a veces te quedas encerrado. El otro día había un señor pagando las tres horas de parking con un reloj. Era un buen reloj, yo no sé si se lo aceptaron. Yo un día pagué con una sortija de mi abuela, aunque más bien lo hice para que alguien empleara la palabra sortija, que aunque es una joya, está dejando de usarse. Dejar el coche en la Marina es una buena forma de atemperar una tajá de Feria. Vas a pagar y se te pasa todo rápido. Si bebe no conduzca. También: si bebes no aparques. Si quieres tener dinero para beber, no aparques en un parking municipal.

Andar es un placer sensual. Adelgaza. Baja el colesterol. Genera endorfinas, desciende los niveles de azúcar, rebaja la tensión arterial. Propicia la reflexión. Te hace conocer tu ciudad. El inconveniente es que puedes encontrarte con gente conocida. Andar hace pensar. Hace pensar que a ver si no te atropella un patinete.

La Alameda fue antaño llamada el gran salón de Málaga y por ella paseaban burgueses y pueblo llano en busca de conversación o amoríos. Yo suelo terminar refugiado en Luces, la librería. No hay sitio mejor que un lugar fresquito y lleno de libros. Si en esos sitios vendieran cerveza serían perfectos. Todo se andará.