El Centro de la ciudad ha perdido todo. Hablar de las escenas malagueñas como lo hacían los autores estudiados por María Isabel Jiménez Morales en su La literatura costumbrista en la Málaga del siglo XIX (un capítulo del costumbrismo español) en 1996, sería hoy imposible. Las escenas costumbristas del Centro de Málaga de hoy habría que traducirlas, porque la mayoría se desarrollan en inglés. Los personajes, en su mayoría trabajadores del tercer sector, se alejan mucho de aquellos que clasificó Jiménez. Los «señoritos y tronados: imagen de la ociosidad decimonónica» serían hoy no más que jubilados paseantes o guiris en chancletas, los únicos ociosos que pasean por la ciudad de manera altanera. Los «románticos y románticas» ahora son orantes captadores de clientes que repiten, cual letanía, eso de: «¿Una cervecita en la terraza?».

Obviamente, nuestro Centro no tiene ya prácticamente nada de costumbrista. Los personajes medio reconocibles han ido pudriéndose en el olvido. Si quitas a Enrique, el limpia que iba a Doña Mariquita a dar cháchara y limpiar a los que no llevábamos tenis; al 'redesdentado' cantaor del «y yo, enamorado de ti»; o a mi amigo Andrés, que se mueve con dificultad por la zona de Pozos Dulces. En Málaga no quedan apenas personajes, sólo queda decorado y cada vez más artificial. Para encontrar escenas costumbristas uno tiene que irse a Portada, a alguna esquinita de El Palo, a algún rinconcito de Huelin€ Pero poco.

«El costumbrismo es sin duda alguna el gran género literario, es obligación de cualquier autor escribir sobre lo que ve, sobre lo que vive, sobre las sensaciones que recibe. Eso quedará plasmado para el futuro, eso reflejará nuestra época, nuestra deprimente época. Las generaciones futuras sabrán cómo hemos sido gracias al costumbrismo». Mariano José de Larra.