En Alemania, el país de las grandes coaliciones que tanto contribuyeron a la estabilidad y prosperidad del país a lo largo del período de posguerra, se habla ya del fin de una era: la de los grandes partidos.

Socialistas y cristianodemócratas/cristianosociales bávaros, que han gobernado este país en coalición entre ellos o con algún partido bisagra como los liberales, están en caída libre sin que nadie sepa bien cuándo van a tocar fondo.

La polarización creciente de la sociedad está acabando con la llamada cultura del centro político y han aparecido mientras tanto lo que el politólogo Albrecht von Lucke califica de nuevas "líneas de conflicto".

Conflicto entre los que llama ecologistas posmaterialistas, predominantes sobre todo en los laender del oeste del país, Alemania, y ciudadanos preocupados de mejorar sus condiciones materiales, peores por lo general peores en el territorio de la antigua RDA; entre progresistas y ultranacionalistas reaccionarios, conflicto también entre generaciones.

La transformación de la democracia corre paralela, según Lucke, a la del "capitalismo realmente existente", que tropieza ya con sus límites ecológicos, sociales y también económicos lo mismo en Alemania que en otros países ricos.

Durante décadas, renovando alianzas, los partidos tradicionales lograron mitigar, que no ocultar, los conflictos en el seno de la sociedad, pero ese consenso ha terminado saltando por los aires. Y ni cristianodemócratas ni socialdemócratas se muestran ya capaces de frenar a las fuerzas centrífugas.

El SPD parece que no acierta últimamente con sus líderes, que han fracasado uno tras otro, lo cual ha generado un preocupante vacío de poder y explica que la intención de voto a ese partido no supere actualmente el 15 por ciento.

Porcentaje que contrasta con el 40,9 por ciento de los votos conseguido por el canciller Gerhard Schroeder y su ministro de Finanzas, Oskar Lafontaine, antes de la ruptura entre ambos por desacuerdo de éste con la deriva neoliberal del primero.

Lafontaine abandonó entonces todos sus cargos y formó un partido a la izquierda del SPD, Die Linke (la Izquierda), mientras que Schroeder y sus aliados ecologistas impulsaron las reformas de la llamada Agenda 2010, destinadas a reducir el coste del modelo social alemán y el elevado desempleo.

Si bien aquellas medidas, hábilmente aprovechadas luego por la CDU de su sucesora en la cancillería, Angela Merkel e imitadas por otros países, consiguieron su principal objetivo, fue a costa de precarizar el empleo y abaratar la mano de obra en beneficio del capital.

Hoy ya pocos dentro del partido se atreven a seguir defendiéndolas, entre otros motivos porque fueron uno de los factores que, de la mano de la globalización, más contribuyeron al crecimiento de la desigualdad en el país.

Aunque por otros motivos, algo parecido ha ocurrido con la CDU, que se encuentra también en caída libre desde que en 2015 la canciller Angela Merkel irritó a buena parte de su tradicional electorado con su decisión, nunca consultada, de abrir las fronteras del país a miles de refugiados inmovilizados en la vecina Hungría.

Aquella medida, que obedecía a motivos humanitarios, iba a volvérsele pronto en contra, y fue el detonante de una oleada ultranacionalista que se traduciría en profundas divisiones dentro de la CDU/CSU y, paralelamente, en fuertes ganancias electorales para el nuevo partido surgido a su derecha: la xenófoba Alternativa para Alemania.

Y así tenemos ahora en Alemania, por un lado, a un partido como el Verde, impulsado por la preocupación de las nuevas generaciones por el futuro del planeta, un partido que ocupa el nuevo centro-izquierda político, supera ya claramente al SPD en intención de voto y no oculta su intención de llegar a la cancillería en alianza con alguno de los dos partidos tradicionales.

En el extremo opuesto del espectro político está Alternativa para Alemania, la nueva derecha ultranacionalista, reaccionaria y xenófoba, que no deja de crecer, sobre todo en el este del país, donde supera ya a la CDU en algunos laender (Estados federados) como los de Sajonia y Turingia, pero en la que han surgido últimamente divisiones por la mayor radicalización de una de sus alas.

Y mientras todo esto ocurre a su alrededor, los otrora grandes partidos tradicionales, - SPD y CDU/CSU-, responsables de los largos años de prosperidad de la posguerra, continúan abrazados en el centro del ring, cual dos boxeadores sonados, intentando salvar una Gran Coalición que no parece tener futuro.