En Málaga remueves cuatro piedras y aparece un barrio antiguo, es un mantra que repetimos cada dos por tres. En la puerta del cortinglés ha aparecido un arrabal musulmán, una barriada extramuros a la orillita del río, en la desembocadura, casi.

De todo esto, sólo nos quedará una muestra que podremos ver a través de una ventanilla cuando tengamos que coger el metro en la estación Guadalmedina. Lo normal, como bajar a un parking a ver restos, o entrar a una librería -y menos mal- y ver un pedacito de muralla.

Ya es algo, conservar una casa como muestra es mucho mejor que algunas atrocidades que se ven en promociones inmobiliarias del Centro. Un caso gracioso: dos plantas de parking hacia abajo, pero en el portal, restos arqueológicos esparcidos por el suelo, a su caer, como quien no quiere la cosa. Creíble no es, pero bonito, una jartá.

De todo lo que ha aparecido, una barriada de hace diez siglos, nos quedaremos con las fotos, y los malaguitas del futuro tendrán esta como otra actuación feroz contra el pasado.

Lo que se me presentó esta semana, al leer la noticia, fue el pensamiento de que hay monumentos que se han preservado por sabe Dios qué milagro. Que la Alcazaba, como anunció La Unión Mercantil del 28 de octubre de 1926, iba para urbanización de señores (gracias por la aportación tuitera, @ciudadbravia).

Siempre nos quedará bajar al boquete del metro y acordarnos de lo que fue Málaga. Es eso o el progreso. Parece que no hay soluciones intermedias.