Desde hace algunos años se viene mostrando interés en la psiquiatría y la psicología hacia trastornos de ansiedad que se caracterizan por malestar notable hacia la relación social. Se trata de un "miedo marcado a ser foco de atención o miedo a comportarse de manera embarazosa o humillante, lo que conduce a la evitación" o bien, siguiendo la definición de otro código de clasificación de trastornos universalmente aceptado: "miedo persistente y acusado a situaciones sociales o a actuaciones en público por temor a que resulten molestas o incómodas". Si existe este interés clínico es porque se observa que el trastorno de fobia social o de ansiedad social se manifiesta en un número no desdeñable de personas. Comienza, la mayor parte de las veces, en la adolescencia, pues la media de edad de inicio está en torno a los quince años, y es muy raro que aparezca más allá de los veinticinco. Se manifiesta más en mujeres; también tiene mayor prevalencia en personas que viven solas y más en los ciudadanos urbanos que en la población rural. Los síntomas, ante la exposición a situaciones sociales, son: palpitaciones, temblores, sudoración, sensación de frío o calor, sequedad de boca, vacío en el estómago, necesidad de orinar, opresión en la cabeza, evitación de la mirada. A estos trastornos físicos se suelen asociar la baja autoestima, la susceptibilidad excesiva, dificultades de autoafirmación y las consecuentes disminuciones en el rendimiento laboral, académico y social. Naturalmente, la mayor parte de la gente puede sufrir alguna de estas molestias, de una manera más o menos leve y concreta, durante exposiciones a alguna situación especial, como pueda ser hablar en público, participar en ceremonias, intervenir en ambientes en los que no se está habituado, etcétera, y no tiene por qué considerarse un fóbico. Incluso la timidez, que es una sensación de inferioridad, introversión excesiva, baja autoestima, resulta a veces más difícil de diferenciar de este trastorno. Tiene unas características parecidas, pero la persona que tenga un carácter tímido no llega, generalmente, a serle motivo de incapacidad para afrontar situaciones de relación social, mientras que el fóbico se muestra del todo inepto. Por otro lado, el tímido suele estar tenso ante cualquier relación social, mientras que el fóbico circunscribe su miedo ansioso a actividades sociales concretas, como escribir siendo observado, demandar necesidades en establecimientos públicos, comer en un restaurante, intervenir en una reunión, o situaciones similares. Este trastorno de ansiedad fóbica puede durar entre quince y veinte años, si no se trata por el psicólogo y/o psiquiatra y además puede llegar a desencadenar otras alteraciones psicopatológicas secundarias, como la depresión o el alcoholismo, ya que esos pacientes suelen recurrir en algunos casos al alcohol para ayudarse a afrontar las citadas situaciones que le causan ansiedad. Sin embargo, el trastorno de ansiedad social suele tener unos buenos resultados al tratamiento, que consiste en psicoterapia, a veces acompañada de determinados y eficaces fármacos que no presentan efectos secundarios importantes; sobre todo si la detección y el comienzo del tratamiento son precoces.