Quien pretenda delimitar o jerarquizar el arte estará malgastando su energía en ponerle puertas al campo. Bien es verdad que muchas manifestaciones artísticas nacen con estrella y son objeto de subvenciones, tutelaje institucional, alfombras rojas, promoción pública, difusión mediática e indubitado amparo por parte de los grandes teatros y salas de espectáculo. Tanto es así que, mientras muchos de estos géneros sobreviven y evolucionan contando con la seguridad que les otorga su aceptación social y política, otros, por el contrario, emergen de manera salvaje en los márgenes, sin una mínima promoción o espaldarazo que les facilite su evolución hacia los altos escenarios o, como mínimo, el justo reconocimiento de su valía y la eliminación del prejuicio que los lastra. En definitiva: toda la vida ha habido clases, incluso en el arte. Esta injusta clasificación entre géneros de primera y de segunda también acontece en Málaga, nuestra ciudad. Pero no se inquieten: el arte aflora y se abre paso incluso cuando se le relega a los márgenes, a lo fronterizo. De este modo es como el rap, un género tan complejo como para aglutinar en sí mismo la música, el ritmo, la estética y la poesía, brota y se desarrolla bajo los puentes del Guadalmedina con la sola promoción que generan, vía redes sociales, sus afines y adeptos. El rap, per se, nada tiene que ver con la delincuencia de barrio, como tampoco sería justo relacionar la política, a voces generales, con la corrupción. Las llamadas peleas de gallos que se convocan en las ramblas del río, a la sombra del Hotel Ibis, se alzan como claro ejemplo de gestión popular y buen talante. Durante el combate artístico que enfrenta a los dos artistas, la guerra lírica no cuenta con más reglas que las que marcan la métrica y el ritmo si bien, una vez que ésta concluye, sólo cabe el abrazo entre los contrincantes y el aplauso general a ambos, ganador y vencedor, por parte del respetable. El rap propicia y promueve una indubitada clarividencia y rapidez mental a la hora de responder con velocidad vertiginosa a los ataques del contrario, todo ello, por supuesto, acoplándose formalmente a las bases rítmicas que marcan los altavoces y comunicando, con una indispensable sujeción a los esquemas métricos, un mensaje más que contundente. Ni que decir tiene que, como no podía ser de otra manera, las artes malditas se amparan entre sí. Es por ello que son los grafitis, otro género vetado, quienes aportan contexto y color a las chanzas entre los raperos, constituyéndose así un claro hermanamiento entre las artes urbanas. Les hablo de unos encuentros que se promueven no sólo con la participación de artistas procedentes de todas las barriadas de Málaga sino también de los pueblos de la costa. Unas convocatorias regionales que catapultan a sus ganadores a otros foros o instancias superiores y que son ignoradas por parte de las instituciones, las cuales no sólo no las sustentan como portadoras de un género digno y objeto de promoción sino que, además, ningunean a los propios artistas, muchos de ellos de origen local, que destacan en el género. Un género que, dicho sea de paso, también es posible que, el día menos pensado, ojo, pudiera florecer en los gustos y aficiones de nuestros hijos y que nosotros, como padres, tenemos la obligación moral de acompañar con idéntica intensidad con la que sustentaríamos su promoción en el Conservatorio de Música o en el equipo de balonmano del colegio. Posiblemente, nos sintamos liberales al otorgar la libertad a nuestros infantes para elegir la profesión que gestionará su futuro pero, del mismo modo, debemos de ser responsables con el acompañamiento de su ocio, un campo que, sin duda alguna, en la mayoría de las ocasiones, nos define como personas mucho más que el campo de lo profesional. Aléjense, mientras puedan, de los prejuicios artísticos. Sepan que Arkano, uno de nuestros exponentes nacionales del rap en la categoría de Freestyle, reconocido mundialmente, ha encabezado a través de su arte una lucha personal contra la homofobia y el machismo. Unos roles que, hace muchos años, ejercía la llamada canción protesta y que, hoy por hoy, se han dejado delegar en los foros de lo urbano. Porque como ven, no todo son drogas, sexo, alcohol y cintas de vídeo.