En el país de «Nunca jamás reformaremos el impuesto de plusvalía aunque lo mande el Tribunal Constitucional» los ayuntamientos recaudaban más de dos mil millones al año por un tributo que muchos ciudadanos no comprendían o consideraban un timo.

-¡Cómo que tengo que pagar plusvalía municipal! ¡Si compré el piso por 120.000 hace diez años y lo vendo por 100.000!

-Lo siento, lo dice la fórmula.

-¿De qué habla?

-El valor catastral del suelo es de 30.000. Por cada año desde la compra se calcula un 3,4%, así que su plusvalía es de 10.200 euros. Como el tipo impositivo es del 20%, nos debe 2.040 euros. -¡Pero si perdí dinero!

-Lo siento, lo dice la fórmula. El funcionario del ayuntamiento del país de «Nunca jamás reformaremos el impuesto de plusvalía aunque lo mande el Tribunal Constitucional» trató de explicarle al contribuyente lo que ocurría desde hace 26 meses. Se lo contó en tres capítulos:

1-Un día, los principales jueces de todo el Estado sentenciaron que era una aberración aquello de cobrar un impuesto por ganancias de valor que eran irreales, por mucho que la maldita fórmula dijera otra cosa, y ordenaron a los representantes del pueblo que reparasen tal desatino reformando la ley.

2-Antes de ponerse a reformar, se juntaron a negociar el Gobierno (entonces del PP) y los representantes de los ayuntamientos, temerosos de perder muchos millones. Así estuvo la cosa durante meses, sin moverse para ningún sitio y con los ciudadanos pagando como antes o gastando en pleitos.

3-A los diez meses del mandato de la Justicia, el partido del Gobierno llevó al Congreso una proposición de ley que comenzó a tramitarse por vía de urgencia. En el país de «Nunca jamás reformaremos la plusvalía municipal aunque lo mande el Tribunal Constitucional» esa urgencia se gestionó así: primero el cambio de Gobierno por una moción de censura (la del PSOE) y después la disolución del poder legislativo por la convocatoria de elecciones anticipadas, junto al tedioso ritmo de trabajo de los partidos en la Comisión de Hacienda del Parlamento, sepultaron la reforma y la dejaron para ya veremos cuando.

El contribuyente abrió los ojos como platos. -¿Qué puedo hacer? -Puede usted pagar y presentar luego un recurso dirigido al alcalde reclamando la devolución, pero ya le anticipo que no los responde... Lo siguiente es buscarse un abogado e ir a los tribunales. El ciudadano regresó a su casa atribulado y reflexionando sobre los problemas de moral tributaria en el país de «Nunca jamás reformaremos la plusvalía municipal aunque lo mande el Tribunal Constitucional».