¡Qué bueno, ser especialista en gusanos!, por ejemplo. Conocer todas sus variedades, sus costumbres, su anatomía, su fisiología, su carácter. Que de la mañana a la noche uno solo tuviera ese asunto en la cabeza. Nada de política, ni de religión, ni de literatura. Nemátodos al despertar, al mediodía y por la noche. Y que solo se reuniera uno con expertos en la materia para no hablar de otra cosa. Pero que a cualquier pregunta que te hiciera alguien ajeno a esta pasión, pudieras contestarle desde tu mundo del mismo modo que la araña se manifiesta a través de su hilo. Hemos dicho gusanos porque es lo primero que se nos ha venido a la cabeza (por qué será), pero valdrían también las moscas o los escarabajos y, por supuesto, las orquídeas. Observar el mundo a través de una sola de sus manifestaciones como el que observa la vida a través del agujero de la cerradura.

Hay gente que lo logra, personas que consiguen llevarlo todo a su terreno, sea la geofísica o la quiromancia. Y no viven necesariamente aisladas, sino que se relacionan con el mundo, coincides con ellas en cenas a las que tú no sabes muy bien por qué has acudido, pero ellas sí. Ellas están ahí para darte una lección de lo que ignoras. Y si tú intentas cambiar de tema, ellas, hábilmente, te devuelven a los asuntos de su especialidad. Del mismo modo que no hay diálogo en el que no encaje una cita de la Biblia, tampoco hay plática en la que no quepa introducir la influencia de los astros en el comportamiento venéreo de las estrellas de mar (si tienen sexo, que ahora no caigo).

-Te responderé desde la Teología -suelen decir los expertos en Dios cuando les preguntas por la educación de los hijos.

De eso se trata, de responder a los estímulos de la existencia desde un solo lugar convenientemente fortificado. Utilizar el saber como una forma de trinchera, como un nido de ametralladoras, como una colina desde la que se divisa todo el campo enemigo. En esas estamos. En la especialización desprovista de pensamiento humanístico.

Por eso no nos entendemos.