os spin doctors no son una novedad. A su manera ejercían entre bastidores, la noticia es que han saltado al primer plano Iván Redondo y Pablo Gentili, el argentino que susurra a Iglesias, para librar la batalla estratégica de la investidura. El arma principal es un prolongado rebuzno tóxico sobre las ambiciones personales y el supuesto tablero de ajedrez donde se mueven los líderes. En realidad, todo forma parte de una patología pretenciosa e infantiloide de aprendices de brujo que manejan tics de «House of Cards» y guardan recuerdos remotos de «El lado oeste de la Casa Blanca». Entretanto, la política empieza a asumir el desinterés por la propia política como instrumento para resolver los problemas que se plantean en una convivencia colectiva y pasa a ocuparse específicamente de las intrigas para destruirse entre sí de quienes la dirigen.

Redondo, el arma mortífera de la Moncloa para fulminar a sus rivales, además de trabajar antes para el Partido Popular en Badalona y Extremadura, compartió cátedra sentimental con Iglesias en «Otra vuelta de Tuerka», donde el líder de Podemos teoriza con sus invitados sobre aspectos que desoye cada día. El de los spin doctors, por ejemplo: la famosa guerra por el relato y el argumentario que han borrado el objetivo esencial de la política como quehacer ordenado del bien común.

Cuando el dirigente político le dice a su spin doctor, formateador de mentes, que fabrique una historia contra su adversario está destruyendo la posibilidad de entenderse con él y resolver los problemas que afectan al colectivo. ¿Les asombra que nuestra clase dirigente sea incapaz de alcanzar un acuerdo?