Parecían estar buscando EEUU un pretexto para abandonar el tratado INF: el que dio décadas de tranquilidad a los europeos al eliminar los miles de misiles de alcance medio que tenían desplegados la URSS y EEUU a uno y otro lado del entonces llamado Telón de Acero.

Lo firmaron en 1987 el republicano Ronald Reagan, por parte de EEUU, y el último presidente de la Unión Soviética, Mijail Gorbachov, y muchos confiaban ingenuamente en que, acabada la Guerra Fría y la política de bloques, sus sucesores siguieran respetándolo.

Pero no ha sido así: la Rusia de Vladimir Putin y los EEUU de Donald Trump vuelven a las andadas. Y lo hacen sobre las cabezas de los europeos como cuando los soviéticos instalaron en los países del pacto de Varsovia sus SS20 y los Estados Unidos respondieron con sus Pershing II.

El primer paso, según la versión de la OTAN, lo dio el Kremlin al desarrollar en secreto un arma que viola aquel acuerdo, algo que Moscú, sin embargo, niega. Los rusos invitaron incluso a Washington a comprobarlo in situ, pero la superpotencia declinó la invitación.

Se trata del misil conocido en Occidente como SSC-8, capaz de llegar en cuestión de minutos a cualquier capital europea, desde Varsovia hasta la más lejana: Lisboa.

EEUU justifica además su decisión de abandonar el tratado por el hecho de que sólo comprometía a Washington y Moscú, pero no a China, que sigue, según los norteamericanos, una política expansionista en el Pacífico y a la que nada impide desarrollar ese tipo de armas.

Para ser mínimamente comprensivos con Rusia, puede argumentarse que desde la reunificación alemana, y violando promesas verbales de EEUU a Gorbachov, la OTAN ha cercando progresivamente a ese país, trasladando tropas y armamentos a los que fueron un día sus satélites y llevando a cabo maniobras militares casi en sus narices.

Cabe interpretar así la anexión ilegal de Crimea la reacción de una antigua superpotencia herida en su orgullo que veía cómo la OTAN iba estrechando poco a poco ese cerco hasta el punto de que corría peligro el control de la base naval de Sebastopol, situada en esa península y base de la flota rusa del Mar Negro, si también Ucrania acababa en la OTAN.

Sea como fuere, el tratado para eliminación de las armas de alcance intermedio -de 500 a 5.500 kilómetros- ha pasado desde este fin de semana a la historia, y ahora las industrias militares de EEUU y Rusia tienen las manos libres para desarrollar sus nuevos planes armamentísticos.

Como respuesta al misil ruso denunciado por la OTAN, el Pentágono planea ya tres nuevas armas de alcance medio aunque, dadas las restricciones presupuestarias impuestas por la mayoría demócrata de la Cámara de Representantes, podría contentarse de momento con modificar modelos ya existentes, ampliando simplemente su alcance.

La pregunta que se hacen los europeos es si Washington insistirá ante los aliados para que permitan la instalación de esos nuevos misiles en sus países como ocurrió a mediados de los años ochenta con los Pershing, cuyo despliegue en Europa occidental dio origen a grandes manifestaciones del movimiento pacifista.

El viceministro ruso de Exteriores, Serguéi Riabkov, advirtió ya hace unos días a Washington de que si ocurría tal cosa, Rusia podría hacer lo propio, instalando misiles rusos en Venezuela o Cuba. Sería la única forma de que EEUU sintiera lo que siente Rusia con el cerco de la Alianza Atlántica.

Según expertos militares, EEUU podría decidir, sin embargo, instalar sus nuevas armas de alcance medio a bordo de buques de superficie o submarinos, lo que frustraría un eventual intento ruso de limitar una guerra nuclear al suelo europeo.

Por si fuera poco con el INF, a mediados de julio pasado, los Gobiernos de Washington y Moscú trataron en Ginebra de otro tratado, el de reducción de armas estratégicas (START), firmado en 2010 en Praga por el presidente Barack Obama y su homólogo ruso, Dimitri Medviédev.

De suspenderse también ese tratado, que vence en 2021, sería la primera vez desde 1972 -cuando Leonid Brejnev y Richard Nixon firmaron el primer tratado de limitación de armas estratégicas (SALT)- que Rusia y EEUU no estarían ya sujetos a ninguna restricción. Y nuestro mundo se volvería todavía más inseguro.