Donald Trump parecía ser un verdadero «chollo» para los comentaristas políticos, pero la abusiva dieta de despropósitos nos ha acabado dejando sin palabras. No se trata propiamente de estupor, sino de que ya no sabe uno qué decir ante tanta barbaridad, tanta improvisación enloquecida, tanta inconsecuencia. Quizás haya que verlo como un símbolo de los tiempos, un anticipo del caos que se anuncia, una profecía del desarbolamiento de las categorías. En realidad, mientras vamos siendo cercados por el cambio climático, seguimos haciendo vida como si tal cosa, disimulando ante la caída de los registros históricos de temperaturas, callando ante la desaparición de las especies, mirando hacia otro lado ante el regreso del armamentismo, una forma que adopta el miedo al futuro y al presente. Quizás sea un hombre providencial para hacernos cargo de una vez de que el orden ya no existe.