La ley 10/1990, de 15 de octubre del deporte creó las sociedades anónimas deportivas en nuestro país. Era un modelo para profesionalizar a los clubes, sobre todo de fútbol, mejorar la transparencia económica y poner algo de cordura en su gestión.

Parecía claro que si los gestores se jugaban su dinero serían mucho más responsables en la administración del dinero. Además se abría la puerta a la salida a bolsa de los clubes como ocurre en otros países, aunque en el nuestro todavía no ha ocurrido en ningún caso. Los equipos «profesionales» han sido obligados a convertirse en SAD con la excepción de 4 casos: Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna. Los dos primeros por su extenso patrimonio y los dos últimos como premio a su gestión anterior.

Esta ley ha permitido la llegada a los clubes españoles de propietarios extranjeros que lejos de los sentimientos que el fútbol despierta en nuestro país han visto una oportunidad de negocio, de notoriedad o simplemente han decidido «comprarse un juguete» para divertirse.

Los propietarios llegados de más allá de nuestras fronteras no tienen problemas para llegar a final de mes. Ninguno compra un club con «billetes del Monopoly» o pide un crédito a un banco para hacer la operación como quien pide una hipoteca. Esto plantea un gran riesgo sobre todo porque nunca sabes como van a actuar.

Está claro que si todos hicieran en sus clubes como han hecho en sus empresas para ganar dinero, a los equipos españoles les habría tocado la lotería, pero por desgracia no es así. Los que hayan visto la magnífica y muy recomendable serie sobre la NFL en Amazon, «All or Nothing», verán claramente la diferencia entre los propietarios americanos y los que están llegando a nuestro país.

Es cierto que hay excepciones que confirman la regla, como puede ser el caso de Chen Yansheng, que llegó al Espanyol sin grandes promesas y que con gestión esta haciendo creer al equipo, pero la mayoría son Piterman, Tinelli, Petrovic o Al-Thani.

Todos son propietarios con más o menos dinero, conseguido con su trabajo o heredado por nacer en un emirato lleno de petróleo pero todos han llevado una gestión personalista, sin dejar trabajar a los profesionales y a corto, medio o largo plazo han acabado deteriorando «el producto» que han comprado.

Al-Thani llegó a lo grande, fichando a estrellas y llevando al equipo a las últimas rondas de la Champions, todo eran buenas noticias pero que últimamente parece cansado del equipo, paralizando las decisiones de los profesionales que están en la gestión diaria del equipo y parece comunicarse con el mundo sólo a través de mensajes de Twitter, su red social favorita.

Muy cerca en esta ciudad tenemos el otro modelo, el modelo Unicaja, una gran gestión económica, basada en la solidez y la transparencia y que, como ocurre en todos los proyectos deportivos, tiene mejores o peores momentos dependiendo de los resultados, pero que desprende una solvencia que hace que cualquiera quiera venir al equipo.

Una pena que Unicaja no pueda comprar el Málaga CF.