Voy a venderme por Amazon.

Quien me habla es Aga-G, artista conceptual. Aga-G esconde tras esa definición todos sus talentos: es escritor, director de teatro, escenógrafo, cantante, músico, actor, modelo, fotógrafo, diseñador, escultor, youtuber, performer, pintor y repartidor de publicidad. Me lo he encontrado ejerciendo la última de las habilidades reseñadas.

-¿Cómo vas a hacerlo? Te lo van a echar para atrás antes de empezar; por lo que yo sé, aún no se pueden vender personas.

-Ya no hay personas, solo productos.

-No vas a poder.

-¿Crees que unos fríos algoritmos van a detener mi intención provocadora?

-Sí.

-Estás equivocado, amigo. Hay muchas formas de burlar a la Gran Máquina.

-A ver, dime una.

-Quieres que te cuente el plan, ¿eh? Vale. Solo si me prometes que vas a escribir un artículo sobre ello.

-Hecho.

Aga-G, que en realidad se llama Agapito González, tira en un contenedor de papel casi la totalidad de los folletos que tiene que buzonear esta mañana. Mientras se lía un cigarrillo, me cuenta:

-Lógicamente, la acción, para que sea redonda, ha de ser clara y explícita, sin desdeñar por ello el efecto sorpresa y la estrategia. Tras darle muchas vueltas, me he dado cuenta de que lo más sencillo es lo mejor. Voy a subir un anuncio donde diga: «Se vende obra de arte». Y voy a acompañar el anuncio con una fotografía mía en la que sostengo un vaso de agua, lleno hasta el borde.

-¿Por qué hasta el borde?

-Es un guiño al vaso medio lleno de Wilfredo Prieto. Por si no lo sabes, es un artista cubano. Expuso en ARCO hace unos años, y su vaso fue motivo de mofa y burla de los biempensantes burgueses.

-¿ARCO no es una feria de arte ideada para que compren vasos medio llenos de agua los burgueses esos?

-Paso de tus ironías trasnochadas. Sigo: el texto del anuncio será: «Vaso de agua lleno hasta el borde. Se sirve vacío y se llena en su casa».

-Entonces, la gente va a comprar un vaso y en realidad va a adquirir a quien se lo va a llenar, que eres tú.

-¡Exacto! El vaso simboliza para mí la pureza de la voluntad rabiosa, la transparencia del concepto de furia cristalizada. El agua, la fluidez del pensamiento, que abarca cualquier material y lo hace suyo.

-A ver; entonces, vas a enviar un vaso por correo.

-No, joder. Voy a enviarme yo por correo con un puto vaso. ¿No te das cuenta de que el vaso es lo de menos?

-¿Cómo te vas a enviar?, ¿te vas a empaquetar?

-Así es. Me meteré en una caja, a la que previamente le habré hecho agujeros para respirar, junto a una botella de agua y el móvil en modo silencio y cargado a tope de batería. Un grupo de amigos estarán pendientes en todo momento de que me encuentro bien; con la tecnología actual, se puede seguir el rastro de un paquete al instante.

-Por supuesto, lo vas a grabar en vídeo.

-Sí. Y voy a transmitirlo por YouTube e Instagram en directo. Sin trampas.

-Imagino que habrás puesto un límite territorial. Como te compre alguien en Nueva Zelanda, las vas a pasar canutas.

-Tranqui, chaval. Está todo muy bien pensado. Solo admito compradores en la península y dejo muy claro que, para evitar una huella de carbono exagerada en el transporte, solo se me puede llevar en furgoneta.

-Bueno, parece que la cosa en-caja.

-Tío, qué chistes más malos haces.

-¿Cuándo vas a hacerlo?

-Esta misma noche. Llevo ensayando posturas de yoga durante tres meses, para sobrellevar el tiempo de encierro. Mañana mismo me envío.

-Ah, vaya.

-¿Qué?

-No, nada. Bueno, sí: el concierto de Sophie Auster.

-¿Cuándo es?

-Mañana por la tarde. En el Centro Cultural Provincial de Ollerías.

Aga-G me mira primero con extrañeza y luego con fijeza: intenta sondear si le miento o no, si le quiero gastar una broma o vacilarle. Busco el evento en el móvil y se lo enseño. Se encoge de hombros y, mientras apaga el cigarrillo, me dice:

-A la mierda, tío. Yo no me pierdo un concierto de la piba esa ni por todo el arte del mundo.

?Puedes hacerlo pasado mañana.

?Paso.

?Como veas. Yo el artículo voy a hacerlo de todas formas.

?Tú mismo, tío, tú mismo.