Hubo muchas formas de llegar tarde a la segunda mitad de los años 60, pero una de ellas es que en España el contexto franquista no ayudaba nada, como tampoco, algo después, los apremios de mover de su sitio aquel armario que tapaba la puerta. El caso es que Easy Rider ya no podía ser lo mismo en 1975, cuando se estrenó en España seis años después que en USA, pues la evocación de la parte salvaje de los 60, y su final más salvaje aún, sonaba a profecía cumplida. Peter Fonda quedaría identificado para siempre con aquella película de bajo coste, quizás porque su espíritu estaba en ella, algo que deja una marca indeleble. Los 60 habían generado una fuerte carga de violencia, la que todo gran cambio hace crecer en los habitantes del estado de cosas, salvo en aquellos que se acaban sumando (Jack Nicholson en el filme, mi héroe preferido), aunque estos puedan sufrirla con más encono.