Aldous Huxley publicó en 1958 una recopilación de ensayos suyos, dedicados a las predicciones que sobre el futuro de la humanidad contienen su novela Un mundo feliz (Brave New World). La realidad de las circunstancias ha favorecido a este libro, que nació para complementar una obra maestra. Por supuesto, aquella «Nueva visita a un mundo feliz» (Brave New World Revisited) es lectura aconsejable en tiempos como en los que vivimos. Juzguen ustedes: «Hoy en día, en la democracia más poderosa del mundo, los políticos y sus expertos en propaganda prefieren convertir los procedimientos democráticos en simulacros, apelando a la ignorancia y la irracionalidad de los electores». La irrupción de un desastre como la candidatura de un aspirante a caudillo americano con la toxicidad de un Donald Trump era solo cuestión de tiempo. Por cierto, «caudillejo» es una afortunada reducción del maestro Félix Bayón que me permito tomar prestada.

El pasado 21 de mayo de 2016 escribí para este periódico un artículo de opinión: Un trato con el diablo. Me inspiró la columna publicada unos días antes por Michael Gerson, uno de los columnistas del imprescindible Washington Post, el del Watergate; junto con el New York Times, dos sólidos pilares de la democracia norteamericana. Según Gerson, los dirigentes del Partido Republicano, el Grand Old Party, el venerable partido de la derecha de los Estados Unidos, finalmente habían pactado con el diablo. Es decir, con el candidato Donald Trump. Vuelvo a citar, por su importancia, este párrafo de Gerson: «Donald Trump ha acertado en un punto importante. Atacó a los dirigentes del Partido Republicano acusándoles de ser unos débiles, sin energía y acobardados. Ahora esos líderes republicanos se postran ante él, ofreciéndole su rendición como lo que son, unos líderes débiles, sin energía y acobardados. Su capitulación ha justificado aquella acusación». Hasta aquí la cita de Michael Gerson.

Muy destacados dirigentes republicanos, como Peter King, el representante del G.O.P. en Nueva York, afirmaron inicialmente que aquel aspirante a candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Trump, no estaba preparado. «Ni moralmente ni intelectualmente». Al final, los intereses del partido tuvieron la última palabra. Casi todos los líderes de la derecha política de un gran país, admirable en tantos sentidos, pactaron con el diablo. Algo que lamentarán durante mucho tiempo. Obviamente los dirigentes que se negaron a someterse a Trump se están convirtiendo rápidamente en un necesario y futuro aval moral del Partido Republicano. Entre ellos, los senadores y gobernadores Mike Lee, Ben Sasse, Larry Hogan, John Kassich y Charlie Baker.

Es muy probable que en un futuro no lejano, algo parecido ocurra con los actuales líderes del movimiento brexista del Reino Unido. Esperemos que la proverbial prudencia británica ejerza su influencia, cuando todavía los daños colaterales no sean excesivos y todavía puedan rectificar el rumbo actual de ese gran país. Para no pocos británicos es obvio que la frivolidad y la ignorancia de parte de su clase política podrían finalmente llevar al Reino Unido hacia un desastre sin paliativos. Tienen ahora una inmensa responsabilidad los dos grandes partidos: los conservadores y el Partido Laborista, su casi moribunda oposición, en manos del chavista Jeremy Corbyn. La situación es grave. Tanto que justifica que el augusto The Economist publicara en un editorial el pasado 17 de septiembre de 2016 (Britains's one-party state) que la decisión de abandonar la Unión Europea ha sido para la Gran Bretaña la más calamitosa («calamitous») de su reciente historia. La sonoridad casi bíblica del docto adjetivo inglés utilizado rubrica el dramatismo de la situación que se describe.

(ESTE ARTÍCULO FUE PUBLICADO EN LA OPINIÓN DE MÁLAGA EL 15 DE OCTUBRE DEL 2016. CREO QUE LA REALIDAD ACTUAL PERMITE PERFECTAMENTE ESTA REPETICIÓN)