Hay imágenes de Neymar por todas partes, como si el futbolista brasileño fuera un nuevo Ramsés II. Imágenes enormes, poderosas, impresionantes. Neymar formando un tridente de cuatro puntas (toma ya) con Messi, Suárez y Griezmann. O incluso cinco, si añadimos a Dembélé. Neymar con doble corona, barba ritual, látigo y cayado. Neymar sentado. Neymar de pie. Neymar en actitud de golpear a sus enemigos. Sin embargo, como recuerda la historiadora británica Mary Beard en su precioso ensayo La civilización en la mirada, incluso en el antiguo Egipto cuanto más se alardeaba del poder, más se corría el riesgo de no ser tomado en serio. Y es que no todos los espectadores antiguos aran ingenuos consumidores de cualquier mensaje que se les lanzase, de modo que no es descabellado pensar que muchos egipcios pasarían delante de una colosal estatua de Ramsés II y esbozarían una sonrisa o incluso escupirían. ¿No creen que ocurre algo parecido con Neymar? Muchos culés pasan por delante de las estatuas del brasileño y esbozan una sonrisa. ¿De verdad el Barça necesita a Neymar?

Mary Beard sugiere, con gran agudeza, que en realidad las imágenes monumentales de los faraones tenían la función de convencer al rey de su propio poder faraónico. No se trataba solo de hacer propaganda o de que otros aceptaran la grandeza de Ramsés, sino de que el propio Ramsés se convenciera de que era un ser superior. ¿Han visto la foto de Neymar tomando el sol en el Algarve mientras los faraones de los grandes clubes europeos se pelean por él? No es solo propaganda. Estoy seguro de que largarse a tomar el sol al Algarve es la forma que tiene Neymar de convencerse a sí mismo de que sigue siendo Neymar, aquél futbolista capaz de agarrar un partido por las solapas y menearlo hasta que se rindiera. Pero del Neymar que se convirtió en el héroe de la increíble remontada del Barça ante el PSG en un partido de Liga de Campeones no queda casi nada. Sombras y ceniza.

Supongo que los dirigentes del Barça, con Bartomeu a la cabeza, también necesitan salir en la foto al lado de Neymar (y si el brasileño besa el escudo del Barça, mucho mejor) para que todos acepten su poder, su condición de seres por encima del bien y del mal que son capaces de traer de vuelta a Neymar como si fueran niños que exigen a un compañero que les devuelva la pelota que le prestaron en el cole. No sabemos dónde jugará Neymar la próxima temporada, lo que sí sabemos es que Neymar no tiene más remedio que seguir apareciendo como si fuera Ramsés para que el propio Neymar se siga creyendo Neymar. Otra cosa es la sonrisa de los egipcios.