Hoy, mientras leen esto, se estará plasmando en todos los medios -incluido éste- los datos de balance de la feria de Málaga 2019. Y, adviértase la osadía, horas antes de revelarse el balance, soy capaz de anunciar el resultado del mismo: positivo. Bares llenos, empresarios de hostelería contentos, hoteleros aplaudiendo y mucha basura recogida. Repitan conmigo los conceptos: Bares, hosteleros, hoteleros y basura. Difícilmente encuentren en esos datos a los malagueños que, supuestamente, deben ser los protagonistas de la feria.

Pero aquí no pasa. Málaga es distinta en muchas cosas y una de ellas es su feria. La de la capital del sur de Europa es una fiesta centrada en dos aspectos fundamentales: atraer gente y ganar dinero. No se trata de celebrar tus fiestas regionales sino de crear una macrofiesta que acerque mucho gentío forastero que genere pingües beneficios a los dueños de los bares.

¿Es usted dueño de un bar? ¿Tiene una discoteca? Lo más probable es que su respuesta sea negativa y por lo tanto la feria no le genere ningún beneficio económico. Y, de ser así, quizá debiera plantearse para quién se redoblan los esfuerzos municipales: ¿para los ciudadanos y su feria o para los dueños de las discoteques? La segunda respuesta es la directa y clara.

Ante este tipo de selección de interés municipal, queda claro que jamás podremos tener una feria con personalidad, interés local y estilo propio pues son los dueños de los bares los que marcan el ritmo de su feria -porque nuestra no es-.

Prueba evidente son los numerosos apoyos que recibe el gremio de hosteleros cuando llega agosto y frotan sus manos pues, a costa de la ciudad, van a llenar de dinero sus cuentas corrientes. Bien distinta es la situación en la mayoría de ferias de Andalucía pues, al llegar sus días grandes, las ciudades suelen paralizarse y son todos en masa los que se centran únicamente en pasarlo bien, montar una feria propia y no en ganar dinero.

Así, en Málaga, la parálisis es simplemente cerebral pues, como borregos, los malagueños acuden en masa a la llamada de los flautistas discotequeros que hacen el agosto -nunca mejor dicho- con el pretexto de la feria de Málaga y el apoyo incondicional de sus gestores. La música en diferentes puntos del centro histórico propicia que la gente -medio piripis en su mayoría como es lógico- bailen al son municipal y consuman alcohol de los bares del entorno para, una vez apagado el altavoz, continúen la fiesta en las discotecas de alrededor repitiéndose una estampa común a la de cualquier fin de semana del año y sin ningún tipo de sentido festivo, de feria ni de tradiciones.

Tras el festín económico del centro, en el Real pueden seguir haciendo caja a costa de la feria de todos unos pocos empresarios que reciben parte del pastel municipal pues, si no es de manera directa, consiguen de manera indirecta poder seguir explotando y exprimiendo la feria como un negocio y no como una fiesta sin ánimo de lucro. De esta manera nos encontramos con casetas que, por lo bajini, se denominan Peña Amigos de Fulanito pero que, con un letrero enorme acaba bautizándose de la misma manera que cualquier de las discotecas o submarcas que predominan en el centro.

Nombres y apellidos que se apoderan, porque les dejan, de una feria hecha de recortes de bares y discotecas, pensaba únicamente para ganar dinero y de manera indirecta, menor y secundaria para que el público lo disfrute.

Es un contrasentido programar una feria en estos términos pues se trata de una privatización en cubierta de una fiesta que supuestamente se enorgullece de ser abierta y pública. ¿No han escuchado al malagueño de turno con la boca llena de defensa cutre malacitana comparando la feria de Málaga con la de Sevilla? ¿No han oído nunca aquello de «nuestra feria sí que es buena porque puedes entrar a todas las casetas, no como la de Sevilla que las casetas son privadas y no te dejan pasar»?

Yo sí que lo he oído y pobre de aquellos que siguen con esa cantinela en la cabeza pues les están haciendo el truco del almendruco sin darse cuenta. Y es que a día de hoy en Andalucía, no hay una fiesta más privatizada que la de Málaga. Y entiéndase el término privado como lo que es realmente. Nuestra feria está en manos de empresarios de la hostelería y no de los malagueños. Las peñas dejaron hace tiempo de controlar ciertas casetas y deberían ser inhabilitadas por parte del Ayuntamiento para poseer ciertas licencias pues lo único que hacen es hacer caja con el subarriendo de sus parcelitas sin generar nada positivo para la ciudadanía.

Que se vayan las peñas de la feria pues son un colectivo casi muerto, sin representatividad social real y con sospechas más que contrastadas sobre su utilidad pública. Y que las casetas del Real se entreguen a los ciudadanos. Caben mil ferias más de las que hay actualmente. Que acudan los grupos privados y las familias. Que desaparezcan las casetas inmensas y siempre vacías. Que los entes vivos de la ciudad puedan tener su espacio y que las discotecas sean siempre eso, discotecas.

Estamos siendo víctimas de nuestro propio sistema y la feria indocumentada está ganando terreno para acabar siendo una planta de El Corte Inglés en la que las grandes firmas alquilan los corners para ganar dinero.

Casetas oscuras, con máquinas de humo, luces de neón, gogós, reservados, porteros de discoteca, ofertas, botellas a 60 euros y relaciones públicas. Eso es de todo menos una caseta de una feria decente. Y en ésas está Málaga. Donde hasta la comida te la sirven los grandes imperios de restauración de la ciudad con su parcelita en el Real. Real que no es real. De la feria que no es feria.

El partido ha finalizado con el resultado final de Bares 1-Feria 0. Desgraciadamente han vuelto a perder los mismos: la ciudad y sus gentes. Aunque estos últimos estén a las tres de la tarde y sigan empadronados en Babia.

Viva Málaga.