Bertín Osborne es jerezano, sentimental y de derechas. Pertenece a la denostada estirpe del señorito andaluz. La jauría, esta vez,se le ha echado encima por culpa de unos comentarios sobre el feminismo. El feminismo forma parte en estos momentos de unacruzada ideológica, igual que el animalismo, el LGBT y el identitarismo nacionalista, eso que el escritor Daniel Bernabé ha conseguido resumir mejor que nadie con la trampa de la diversidad de la izquierda: mantener posturas férreas sobre los toros y no sobre la banca.

A Bertín no le falta razón. No, al menos, del todo. Estoy de desacuerdo con él cuando asegura que en España existe una igualdad consolidada entre hombres y mujeres, y pregunta cuáles son los derechos fundamentales de los primeros que no tengan las segundas. Los derechos fundamentales son prácticamente los mismos, el problema es cómo se aplican por parte de la sociedad. Es ahí donde las mujeres se sienten discriminadas. Puede, como explica el cantante jerezano, que haya más magistradas que magistrados, existen las vicepresidentas de gobierno, abundan las ministras, las consejeras, las alcaldesas y las concejalas, las mujeres juegan al fútbol y boxean, dirigen medios de comunicación y ocupan cargos importantes, no sé si suficientes o tendrían que ser más, pero todo ello no significa que no haya motivos por los que seguir luchando a favor de una verdadera igualdad en todos los ámbitos.

Lo peor de los movimientos, ahí es donde Bertín da en el clavo, es cuando se apartan de sus fines y optan por convertirse en fin exclusivo y arrojadizo de las ideologías. Cuando, por ejemplo, la derecha hace suya la bandera nacional y la izquierda el feminismo, como si les perteneciera únicamente a ellas. Yo, como Bertín, también echo en falta que ese feminismo radical no se manifieste a diario ante las embajadas de países como Irán o Afganistán, donde realmente las mujeres son consideradas seres inferiores a los hombres.