La "valentía antiprogre" de Bolsonaro que tanto le gusta a Iván Espinosa de los Monteros, fundador y portavoz de Vox, puede significar el principio del fin de la Amazonia. Bolsonaro es un sujeto decidido a flexibilizar los controles medioambientales para permitir la especulación en la gran selva virgen de Brasil y uno de esos locos que guían a los ciegos del mundo. Racista, homófobo, sin apenas formación intelectual, defiende la pena de muerte y dice combatir los sistemas totalitarios de izquierda entre los que incluye el nazismo. Lo suyo es un disparate que acumula día a día falsedades. Bolsonaro, a su vez, idolatra a Trump, el miembro más distinguido de esta cuerda de orates. No se detiene la cadena: el portavoz de Vox admira al presidente de Estados Unidos por su programa económico basado en satisfacer las ambiciones de los grupos de presión y que consiste a grandes rasgos en la desregulación financiera, un gasto extra en las infraestructuras y en el ejército. Trump alardea de crecimiento y de descenso del empleo, y de cifras que empezaron a producirse al final de la anterior Administración Obama. Sus medidas agresivas son consideradas por muchos economistas como un "un chute de azúcar", de efectos rápidos y a la larga contraproducentes, pero por el momento funcionan y ejercen de contrapeso en una balanza donde la gestión política del "gran jefe blanco" de la Casa Blanca cosecha un poderoso rechazo. Otro de los líderes con los que se identifica Espinosa de los Monteros es Salvini por su "defensa de las fronteras", una convicción populista en busca de votos que ha llevado al ministro del Interior de Italia a despreciar las vidas de los seres humanos y a romper un Gobierno. Del mismo modo que la Lega, su partido, jugaba en otro tiempo no muy lejano con las fronteras internas del país defendiendo la separación del territorio: la división entre el Norte y el Sur.