"Mi madre estaba normal hasta que comió la carne en mal estado que no se debió haber vendido€ Y lo que no quiero ahora es que nos pasemos la pelotita de la Junta de Andalucía al Ayuntamiento de Sevilla (PP y PSOE respectivamente, aunque esto debería dar igual), del ayuntamiento a la empresa, de la empresa al concejal..., a mí me da exactamente igual porque para mí todos son iguales». Es la mayor verdad que se ha dicho en estos días de política monocytogenes. Se la ha gritado a los periodistas una de las hijas de la tercera fallecida por el brote de listeriosis, una mujer de 74 años que padecía una afección respiratoria pero que se encontraba bien de salud según sus hijas.

Además del dolor por la pérdida de su madre y la rabia de observar -como observamos todos- que también su muerte está siendo utilizada en la trinchera partidista, hay dos afirmaciones irrefutables en esas declaraciones. La primera es que la carne infectada no se debió haber vendido. Tampoco los envases de omeprazol que se usaron para elaborar la fórmula magistral en jarabe para bebés y niños con reflujo gástrico debieron haberse rellenado con minoxidil. Las cosas pasan, diría alguien curado en años y de espanto. Pero no es ésa la dialéctica de los estados de derecho, sino la de vigilar, inspeccionar, controlar y reglamentar legalmente los procesos industriales que inciden directamente en el individuo y el medio ambiente en el que el individuo respira y se desenvuelve. Sólo el populismo más irresponsable y la demagogia más interesada pueden apuntar al dolo -a la mala leche, para entendernos, una suerte de terrorismo privado- como causa del riesgo para la salud en ambos casos. Pero como hay errores, o sea, como estas cosas pueden pasar, pasan, las inspecciones y controles son el mecanismo disuasorio contra la relajación en la industria alimentaria o en los laboratorios y mayoristas farmacéuticos, y el cortafuego para evitar el incendio patológico que un mal lavado de una instalación o una manipulación inadecuada del producto o una máquina sin esterilizar o un error en el etiquetado de un medicamento pueden provocar. Han provocado. Están provocando aún (aunque en ambos casos parece que ya se ha acotado la posibilidad de que se produzcan más casos de listeriosis por culpa de La mechá de la empresa Magrudis, ni más hipertricosis en bebés por culpa del minoxidil etiquetado como omeprazol y, al parecer, ya retirado en su totalidad).

La segunda afirmación irrefutable de la hija de la tercera fallecida por comer carne contaminada con la bacteria listeria monocytogenes es la de que, ya harta de que la pelota que se lanzan los unos y los otros le rebote como ciudadana en la cara, para ella todas las administraciones son iguales. Como debe ser. Todas deben estar y coordinarse a una para el servicio público. Mientras, en las trincheras partidistas, unos argumentan que el controlado brote de listeriosis ha sido menos relevante que la gripe en la población de riesgo. Otros les acusan casi de ser responsables del ébola. Y así no...