El filósofo marxista esloveno Slavoj Zizek no concede una entrevista en la que no haga alarde de su espíritu provocador e iconoclasta porque, como dijo el escritor británico George Orwell, al que le gusta citar, la libertad consiste en «el derecho a decirle a la gente lo que ésta no quiere oír».

Así, en recientes declaraciones al diario alemán Süddeutssche Zeitung, Zizek critica el «masoquismo de izquierdas» que exhiben quienes, ante un ataque terrorista, en lugar de condenar a sus autores, sólo se preguntan qué habremos hecho mal nosotros para que nos odien de esa manera.

Zizek no oculta la repugnancia que le produce la llamada «corrección política» o las llamadas «políticas identitarias o de género», como las que hacen furor sobre todo en las universidades norteamericanas, que califica de «radicalismo moral» que, lejos de cambiar algo, refuerza lo existente.

El filósofo norteamericano Richard Rorty nos enseñó hace ya quince años, explica Zizek, que la política identitaria de la izquierda iba a sacar a flote a un populista de derechas que finge devolverle al pueblo la voz que otros le deniegan, como vemos que ha ocurrido con el demagogo Donald Trump.

A Rorty le bastó para su profecía consultar la lista de materias impartidas en la Universidad de Detroit: casi sólo había seminarios sobre las condiciones de vida de los negros o los esquimales, sin que nadie pareciera ocuparse de las precarias condiciones de vida de millones de estadounidenses.

«Cuando yo explico estas cosas, los liberales de izquierdas se me quejan de que les critique como si fueran ellos y no Trump el enemigo», dice Zizek.

Sobre los actuales llamamientos a un «consumo ético y responsable», el filósofo esloveno dice que se trata de «una estrategia del capitalismo» que trata de hacer a «cada individuo responsable de cosas que sólo pueden resolverse política y globalmente».

Tenemos que hacer frente, explica, a una red de relaciones económicas y geopolíticas, entre grandes consorcios y gobiernos. Y no porque veamos aumentar «la libertad individual, significa ello que aumente la libertad social».

Zizek afirma identificarse con un «pesimista misántropo» como el polémico escritor francés Michel Houellebecq, de quien dice, siempre en su tono provocador, que aunque mucha gente le critica por derechista, está, para él, más a la izquierda que muchos de sus críticos.

Houellebecq, sostiene el prolífico ensayista esloveno, ha comprendido una cosa , y es que las personas son «malas y egoístas». «Mi amigo, (el ex ministro de Finanzas griego) Yanis Varoufakis cree que la gente es manipulada por el capitalismo, los grandes consorcios y los tecnócratas de Bruselas».

«Cree (Varoufakis) que hay que volver a darle a la gente una voz para que se despierte. Por el contrario, yo pienso que el problema es que la mayoría de la gente no quiere despertarse», sostiene Zizek.

Zizek opina también en la entrevista con el diario alemán sobre la actual política estadounidense y dice que lo único bueno del presidente Trump es que ha servido para «despertar a mucha gente» y hacerla tomar conciencia del fracaso del «establishment liberal» de aquel país.

Sobre los aspirantes demócratas a la Casa Blanca, dice simpatizar con Bernie Sanders, al que allí consideran «un socialista radical» aunque para cualquier europeo es tan sólo «un moderado».

Algo tiene que cambiar en EEUU, afirma Zizek, porque la mayoría de los norteamericanos, incluidos muchos académicos, sólo soportan la vida gracias a la continua ingesta de medicamentos.