El ministro de Fomento, José Luis Ábalos, ha dicho en la SER que la posibilidad de implantar peajes a las autovías para su mantenimiento «es un cuento de agosto». Le ha faltado decir quién ha escrito ese cuento y cómo va a terminar. Tal vez en el Consejo de Ministros se sienten cuentistas. Sería preferible que hubiera dramaturgos e incluso poetas. Para que no fuera todo tan prosaico.

El verdadero debate debería ser por qué hay que pagar una autopista cuando la única alternativa a esa autopista es una carretera descangallada y casi convertida en bulevar o calle. Eso pasa para transitar por la Costa del Sol. Yo una vez tuve que volverme a casa tras pasar por el peaje de Calahonda. Fue tal el clavo que me metieron que no pude seguir conduciendo. Y además me quedé sin presupuesto para las vacaciones. Ahora para ir de Málaga a Estepona, por ejemplo, tiro por abajo, por la Costa y tan ricamente, hora y tres cuartos a lo menos. Lo de pagar en las autovías es la típica bicha de verano, una noticia sin mucho fundamento como para alimentar los periódicos y la conversación pública. Pero eso pasaba antes, cuando agosto era un páramo y una vuelta ciclista infinita en la tele. Ahora en agosto se negocian coaliciones de Gobierno, hay crisis alimentarias, en Reino Unido se da un cuasi golpe de estado, los italianos la lían y los líderes políticos, con la excepción de Rivera, no descansan. Inmigrantes abandonados.

Por las autovías de la información corre todo tipo de mercancía. Averiada, chismosa, falsa, rigurosa, de pago o en forma de bulo. De bulos y de Ábalos. El titular de Fomento desmonta el cuento y no deja contento a nadie y sí a todos con la mosca detrás de la oreja. Si las moscas pagaran peaje nos dejarían en paz, pero son también un símbolo de este país ya casi septembrino.

Van reapareciendo los ministros, que no lucen morenos ni lucen propuestas ni les luce el cargo por estar en funciones. De algo hay que hablar y van a las radios alegres y somnolientos a esquivar las preguntas sobre las carteras ministeriales pero son cogidos en cuestiones menores, de esas que son las importantes. Se empieza cobrando por transitar en las autovías y se termina no dando los buenos días. Sánchez entretanto querría decir adiós a las pretensiones de Iglesias. Sacarlo de la autovía y desviarlo a una carretera secundaria.