Ya he visto Malaka. Nótese mi rapidez. Estoy al día. Estoy en el día en el que estoy, pero más vale Malaka tarde que nunca. Me gustó. Salva Reina está muy bien. La serie me enseña la otra Málaga, la que la mayoría no vivimos pero con la que convivimos. A juzgar por las redes, Malaka está exportando malagueñismo, jerga y palabras. Es bonito eso de exportar palabras. Perita.

Algunos territorios exportan petróleo, otros minerales, algunos trigo o vino. También odio. O futbolistas. O mano de obra o tecnología para escabechar mejillones. Malaka está aumentando la autoestima local. Somos una ciudad pujante y eso y tal, contamos los turistas por miles y miles y tenemos muchos museos, pero a ese orgullo cultureta le faltaba un orgullo cani, macarra y como de Miami Vice castizo. Aquí se fuma. No falta el vicio ni la corruptela. Marbella se llevaba la palma en eso, en mafias, en historias ambientadas allí. Ahora Málaga ciudad reivindica su trono en el cancaneo patrio. Málaga negra. A Málaga le falta una semana negra como la de Gijón o Cartagena. Un ciclo de escritores dando charlas sobre sus personajes. Igual que hay una Málaga Film Comission que se encarga de captar rodajes, nos hace falta una oficina que capte ambientaciones de novela. Que capte escritores que ambienten aquí sus historias. Málaga novelera. El gran Soler ya ha hecho el magno y canónico novelón brillante sobre Málaga, con mucho terral, personajes creíbles y fronterizos y al fondo de todo Málaga. Pero nos falta un comisario malaguita, alguno habrá, pues más. Un comisario verdialero, perchelero, asiduo a La Campana que se mueva bien por los bajos fondos y tenga una novieta del Cerrado que lo ayude a investigar, por ejemplo, la muerte de un cronista local incómodo por sus fuertes críticas a una Mancomunidad.

Tendría un garganta profunda con el que se citaría en Gibralfaro de madrugada, qué miedo. Habría una digresión en la que el prota, ya entrado en años, recordara los magreos que se daba en el morro, que era un dique ya inexistente donde iba la peña a amarse en los coches. Por donde ahora se va a la terminal de cruceros. Cualquier día se baja un crucerista en Málaga, la diña por patinete y ya tenemos un argumento ahí, dado que podría resultar que en realidad el patinetero es un agente de la mafia que matando al turista (en realidad un capo) estaba, como sicario, cumpliendo un encargo. Persecuciones por la plaza del Obispo y Strachan. Ya mismo veo el segundo capítulo de Malaka. E incluso me atreveré a desarrollar la teoría, no solo mía, de que merdellón no viene del francés. Malakismo en vena.