No me importa dónde duerma Urdangarin esta noche, pero tampoco me agrada que se me acuse de torturar a dicho aristócrata privilegiado, de haberlo «sometido» con el resto de la sociedad a una «destrucción del individuo». ¿De verdad que el auto judicial habla de un cuñado del Rey, residente en Marivent con derecho a yate regio, esposo de una mujer bien colocada en la sucesión al trono, instalado confortablemente en Ginebra cuando ya pesaba sobre sus corruptas espaldas una condena de la Audiencia de Palma?

El desenlace del lacrimógeno recuento de penalidades no debería limitarse a que Urdangarin monte otra ONG, después del Instituto Nóos con el que saqueó a los mallorquines. Tras detallar su «deshumanización» obviando la voluntariedad del carísimo encarcelamiento en solitario, después de acusarnos de forzarlo al «absoluto aislamiento» (el magistrado escribe 'asilamiento' hasta tres veces, en acertada traición del infalible subconsciente) por «sus particulares circunstancias familiares que no merece la pena recordar», la única solución es liberarlo con todos los pronunciamientos favorables. Además de erigirle una estatua ecuestre y montarle un homenaje.

Los humanitarios y solidarios argumentarán que este tratamiento de alivio ante la injusticia carcelaria se aplica por unanimidad a todos los internos. Sin embargo, en la cárcel todavía hay clases y presos que no son «deportistas de élite», otra cualidad glosada en el auto. Ni miembros de Familia Reales, jerarquía aludida para avalar los permisos de Urdangarin. Lo importante es que volverá a trabajar en una ONG sin ánimo de lucro, igual que en su anterior peripecia triunfal

La inhumana «desocialización» de Urdangarin empezó con su boda, cuando estafó a los contribuyentes mallorquines con foros fantasma al amparo de su esposa. Se ignora que se haya arrepentido de su comportamiento, o que haya prometido enmendarlo. Es igual, para aligerarle el trance se esgrime el precedente de Oriol Pujol. Es de esperar que la derecha crítica con el hijo del fundador de la Cataluña contemporánea afile también sus ordenadores contra el cuñadísimo y yernísimo.

Por supuesto, la nueva ONG de Urdangarin está en Madrid, sin que preocupe el cambio de comunidad autónoma ni que los costosos desplazamientos deban ser abonados por los mismos contribuyentes, porque en este caso «es precisa la adopción de medias excepcionales de protección». Les gustará saberlo a las mujeres realmente amenazadas, a quienes el Estado es incapaz de guarecer de sus agresores. Mi concepto de Urdangarin no se modificará si hoy mismo sale en libertad perpetua. Ahora bien, presentar como víctima a uno de los mamíferos mejor tratados de este país me parece abusivo. Y no para el preso.