Tuve la suerte de conocer a Ricky Rubio cuando todavía se le conocía como Ricard. Tenía 13 años y jugaba la primera MiniCopa de la historia en 2004. Yo retransmitía aquella competición para Localia junto al actual entrenador del Unicaja, Luis Casimiro Palomo, a Manu Moreno, ex entrenador de Valencia y Baskonia, y a Paco Torres. El entonces director de Gigantes del Basket llegó el primer día y nos dijo «tenemos que fijarnos en Ricard Rubio» y una vez más Paco no se equivocaba. Lo que nos enseñó en la cancha y fuera de ella aquellos días nos impresionó. Al final del partido, en el micrófono de Fernando Pérez Soto y preguntado por un futuro NBA, dejaba esta frase: «Estamos en el presente, no en el futuro. El futuro ya vendrá». Y el futuro llegó.

Tuve la suerte de conocer a Marc Gasol en 2006. Cuando todavía no tenía claro si el baloncesto era su camino. Un chico que buscaba su oportunidad y que pintaba en sus zapatillas el apodo de «Tanketa». Todo voluntad, determinación y trabajo, aislado de las críticas que recibía su presencia en el equipo. Trabajó sin descanso y siendo el jugador número 12 del equipo fue determinante en la final. Allí consiguió lo que en la semifinal no habían logrado ni Dwight Howard, ni Elton Brand, ni Chris Bosh, ni ningún jugador del potente equipo americano: Parar a «Big Sofo» Schortsianitis.

Durante aquel Mundial nos llegaron noticias de nuevo de Ricky Rubio. En Hiroshima, antes del tercer partido del campeonato ante Alemania, nos enteramos de su actuación en la final del europeo cadete de Linares ante Rusia: 51 puntos, 24 rebotes, 12 asistencias y 7 rebotes. Parecía increíble y se convirtió en el tema de conversación del día.

En 2007, España organizaba el Eurobasket absoluto y el U18. Ricky era la estrella de este equipo pero la política de protección de la Penya le impedía hablar con los medios. Conseguimos el permiso de la federación para que hablara para LaSexta al finalizar los partidos. Hablé con él y me puso una única condición: «Tenéis que entrevistar a todos mis compañeros, no sólo a mí. Somos un equipo y no puedo salir yo siempre». Me pareció un acto de madurez y compromiso con el grupo que ya anticipaba lo que vivimos ahora. La educación en casa de Esteve y Tona, sus padres, como la de su club, igual que Agustí y Marisa hacían con Marc y Pau, estaban formando unas estrellas para el futuro, en el baloncesto y sobre todo en la vida.

A partir de ahí la historia es mucho más conocida y es una historia de éxito, pero sobre todo de mucho trabajo. De superar malos y muy malos momentos en la lucha por mantenerse en un camino en la cancha y en la vida. Ser grandes jugadores pero sin olvidarse de los valores de la sociedad. No es casualidad que ambos tengan una Fundación de verdad. De las que hacen cosas, de las que ayudan y no de las que sirven para blanquear una imagen. Ricky con su fundación lucha contra el cáncer de pulmón y ayuda a niños y jóvenes discapacitados y sin recursos. Marc, desde la fundación que comparte con su hermano Pau, lucha contra la obesidad infantil y por una alimentación saludable.

Ambos jugadores hacen un trabajo mucho mayor del que realizan en la cancha y les ha llevado a conquistar el título de Campeones del Mundo en China. Ellos sí me representan y forman una sociedad ilimitada dentro y fuera de un pabellón. Gracias a los dos por enseñar el camino a muchos€